Frases

¿Cómo te gustaría que te sorprendiese la muerte? En lo que a mí respecta, yo quisiera que me sorprendiese ocupado en algo grande y generoso, en algo digno de un hombre y útil a los demás; no me importaría tampoco que me sorprendiese ocupado en corregirme y atento a mis deberes, con el objeto de poder levantar hacia el cielo mis manos puras y decir a los dioses: “He procurado no deshonraros ni descuidar aquellas facultades que me disteis para que pudiera conoceros y serviros. Éste es el uso que he hecho de mis sentidos y de mi inteligencia […]

Epicteto

jueves, 13 de septiembre de 2012

Dolores del mundo


Dolores del mundo

Extracto del libro: El amor, las mujeres y la muerte… Autor: Arthur Schopenhauer.


La vida es un mar lleno de escollos y remolinos, que el hombre solo evita a fuerza de prudencia y de cuidados, y sólo consigue librarse con su habilidad y esfuerzo, a medida que avanza, no puede, sin embargo, retardar el grande, el total, el inevitable, el irresistible naufragio, la muerte, que parece correr delate de él. Ese es el fin supremo de esta laboriosa navegación, peor para el hombre infinitamente que todos los escollos de que se ha librado.
Sentimos el dolor, pero no la ausencia de dolor; sentimos el cuidado, pero no la falta de cuidados; el temor pero no la seguridad. Sentimos el deseo y el anhelo, como sentimos el hambre y la sed; pero apenas se ven colmados, todo se acabó, como una vez que se traga el bocado cesa de existir para nuestra sensación. Todo el tiempo que poseemos estos tres grandes bienes de la vida, que son salud, juventud y libertad, no tenemos conciencia de ellos. No los apreciamos sino después de haberlos perdido, porque también son bienes negativos.
[…] Es en verdad increíble cuán insignificante y desprovista de interés, viéndola desde afuera, y cuán sorda y oscura, sentida en los adentros, transcurre la vida de este mundo de la mayoría de los hombres. No es más que un conjunto de sufrimientos y de aspiraciones que sueña a través de las cuatro edades de la vida hasta la muerte, con un cortejo de ideas triviales.
Los hombres se parecen a los relojes, que después de darles cuerda caminan hasta que se paran. Cada vez que se engendra un hombre y se le hace venir al mundo, se da cuerda de nuevo al reloj de la vida humana, para que repita una vez más su rancio sonsonete gastado de eterna caja de música, frase por frase, tiempo por tiempo, con variaciones apenas perceptibles.
Cada individuo, cada vida no es más que un sueño, un sueño de poseer la eterna felicidad. La vida no es más que un conjunto de imágenes fugitivas en el espacio y el tiempo, unas imágenes que dejan paso a las otras en forma vertiginosa. Sin embargo, la voluntad de vivir es violenta e impetuosa, y la moneda en que paga ésta es el sufrimiento y el dolor.

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