Llamemos bienaventurado al hombre aquel para quien
no existe lo bueno ni lo malo, sino un espíritu bueno o malo: que practica la honestidad,
que se conforma con la virtud, a quien no llenen de soberbia los bienes de la
fortuna, ni tampoco lo abatan; que no haya conocido otro bien mayor que aquel
que se puede dar él mismo: para quien la verdadera felicidad consistirá en el
desprecio de los placeres. Si quieres divagar, está permitido, con absoluta y
entera libertad, considerar estos mismos conceptos bajo otros aspectos
diferentes. Porque, ¿quién nos impide a nosotros decir que la felicidad de la
vida consiste en tener el espíritu libre y elevado, sin miedo y seguro, y colocado
fuera del alcance del temor y de la ambición; un espíritu para quien el único
bien está en la honestidad, y el único mal en la vileza? Todas las demás cosas
que forman parte de nuestra existencia representan una enorme cantidad de cosas
vergonzosas, que ni quitan, ni añaden nada a la felicidad de la vida, y que
vienen o se van sin que sufra disminución ni aumento el bien supremo. Se quiera
o no se quiera, es necesario que éste se sienta fortalecido de tal manera que
pueda conseguir una alegría continuada y un gozo interior que le nazca en sus
entrañas, para que se alegre con las cosas que son exclusivamente suyas, y que
no ambicione otras mayores que las que lleva dentro. ¿Por qué, pues, no ha de
valorar bien estas cosas comparándolas con los pequeños y frívolos movimientos
de su deleznable cuerpo, y que no son perdurables? En el día aquel en que se
viera bajo los efectos del placer, en ese mismo día sentiría los efectos del
dolor.Es una iniciativa de encontrarle sentido a esta existencia aletargada que solemos llevar en una sociedad donde el ser humano poco se detiene a reflexionar hacia dónde se dirige y cuál puede ser su fin en este mundo. ¿Qué es la vida? ¿Qué es la muerte? ¿Qué legado dejaremos? Son preguntas que sustentarán el desarrollo de este blog, en el que hallaremos historias, investigaciones y análisis que pudieran conducirnos a una visión más concisa del papel que podemos realizar en esta vida temporal.
Frases
¿Cómo te gustaría que te sorprendiese la muerte? En lo que a mí respecta, yo quisiera que me sorprendiese ocupado en algo grande y generoso, en algo digno de un hombre y útil a los demás; no me importaría tampoco que me sorprendiese ocupado en corregirme y atento a mis deberes, con el objeto de poder levantar hacia el cielo mis manos puras y decir a los dioses: “He procurado no deshonraros ni descuidar aquellas facultades que me disteis para que pudiera conoceros y serviros. Éste es el uso que he hecho de mis sentidos y de mi inteligencia […]
Epicteto
lunes, 28 de abril de 2014
Sobre la felicidad y la virtud
Llamemos bienaventurado al hombre aquel para quien
no existe lo bueno ni lo malo, sino un espíritu bueno o malo: que practica la honestidad,
que se conforma con la virtud, a quien no llenen de soberbia los bienes de la
fortuna, ni tampoco lo abatan; que no haya conocido otro bien mayor que aquel
que se puede dar él mismo: para quien la verdadera felicidad consistirá en el
desprecio de los placeres. Si quieres divagar, está permitido, con absoluta y
entera libertad, considerar estos mismos conceptos bajo otros aspectos
diferentes. Porque, ¿quién nos impide a nosotros decir que la felicidad de la
vida consiste en tener el espíritu libre y elevado, sin miedo y seguro, y colocado
fuera del alcance del temor y de la ambición; un espíritu para quien el único
bien está en la honestidad, y el único mal en la vileza? Todas las demás cosas
que forman parte de nuestra existencia representan una enorme cantidad de cosas
vergonzosas, que ni quitan, ni añaden nada a la felicidad de la vida, y que
vienen o se van sin que sufra disminución ni aumento el bien supremo. Se quiera
o no se quiera, es necesario que éste se sienta fortalecido de tal manera que
pueda conseguir una alegría continuada y un gozo interior que le nazca en sus
entrañas, para que se alegre con las cosas que son exclusivamente suyas, y que
no ambicione otras mayores que las que lleva dentro. ¿Por qué, pues, no ha de
valorar bien estas cosas comparándolas con los pequeños y frívolos movimientos
de su deleznable cuerpo, y que no son perdurables? En el día aquel en que se
viera bajo los efectos del placer, en ese mismo día sentiría los efectos del
dolor.
ASI ES NO HAY PLACER SIN DOLOR
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