Todos hemos de hacer frente al acontecer de la
vida y la muerte. Tanto si las percibimos en el declinar de un anciano o en el
nacimiento de un niño, el nacimiento y la muerte forman parte de la vida. La filosofía,
la ciencia, la religión y las artes, todas hacen referencia al nacimiento y la
muerte, a la muerte o al renacimiento. ¿Acaso no nos preguntamos todos qué
sucede cuando nos morimos? ¿Es simplemente la muerte nuestro fin? ¿Qué significa
para nosotros? ¿Cómo podemos hacer nuestra vida más plena de sentido?
Aunque existen muchas religiones y culturas,
todas, sin embargo comparten al menos un principio común: Todas tienen ritos,
rituales y especialistas para tratar el hecho de la muerte y del morir. Tales
ritos nos proporcionan seguridad ante la fragilidad e inseguridad de la
existencia. ¿Seguiremos existiendo? ¿Será nuestro brusco final? ¿Habrá algo
más? ¿Qué pasa con el cielo? ¿Y el infierno? ¿Existirá una vida después? ¿Nos
enfrentaremos a Dios o al karma? ¿Verdad o consecuencias? ¿Cómo podemos saber
de forma cierta algo de esto? ¿Se podrá comprobar, o es sólo un mito y una
imaginación en las que se nos dice que creamos y confiemos? ¿Hemos de creer a
aquellas personas que afirman que han tenido experiencia post morten? ¿Hemos de creer a Edgar Cayce y a los psíquicos?
¿Hemos de creer a los lamas encarnados, muchos de los cuales dicen que
recuerdan su vidas pasadas y parece que tienen cierto control consciente sobre
el proceso, como si evolucionaran, por gusto, a través de los diferentes
niveles de una escuela de vida espiritual? ¿Cómo podemos saberlo? ¿Quién lo
sabe?
Los budistas han comprendido que el observar el
hecho de la propia muerte nos ayuda a focalizarla y a prepararla. La vida espiritual,
el viaje del despertar y de dar sentido a nuestras vidas mientras aprendemos a
amar es, en realidad, tanto una materia de vida como de muerte. La fragilidad
de la misma vida nos ayuda a estar plenamente despiertos en el momento
presente.
Lo que
ofrece el budismo tibetano con sus enseñanzas pragmáticas y éticas, para
una vida de aquí y ahora, es un modo de tratar con la experiencia de la muerte misma,
lo que constituye una forma de enfrentarse a ella en el momento presente. Tal
ejercicio puede ayudarnos grandemente a tratar la realidad del momento de la
muerte. Haciéndolo así sabremos apreciar con más calor y atención la riqueza y
plenitud que nos ofrece cada uno de los instantes de la vida, que nos resultan
todavía más conmovedores al conocer su impermanencia.
Aprendiendo a dejarnos ir en esta vida, aprendemos
a vivir cada momento sin pena alguna.
Aprendemos también a tomar decisiones sin dolor. Cada decisión se hace
la correcta. Aprendiendo a dejarnos ir en la vida nos olvidamos de nuestros
rencores, sabemos perdonar y nos liberamos del resentimiento, de la amargura y
la hostilidad. De este modo podemos dar por concluidas nuestras dependencias y
liquidamos las pasadas heridas y los viejos hábitos. Así es como morimos sin
penas, mientras aprendemos a vivir de una forma nueva. En este preciso momento.
Respiración a respiración.
Fuente: El despertar del Buda Interior
Lama Surya Das
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