He tenido la necesidad de escribir estas experiencias, que a lo mejor muchos habrán vivido, y que seguro han creado una serie de inquietudes en muchos lectores, los cuales llegarán a familiarizarse con este ensayo.
Me encontraba almorzando con un hermano, al que
le comenté que pensaba escribir una historia, que iba a tratar sobre una
religión africana que se había sincretizado con los indígenas y el catolicismo.
En ese instante él me comentó que acababa de conocer a un sacerdote que
profesaba una religión brasileña, la cual combinaba las características
africanas con las indígenas y católicas. Bien, hasta allí solo me pareció
interesante la coincidencia, pero cuando le comenté que en mi relato pensaba
ubicar el templo, o lugar de culto de estos grupos, en un sector preciso de la
ciudad de Caracas, él me comunicó que exactamente allí se reunían ellos. Para
mí en ese momento se acabó la casualidad para convertirse en un suceso
especial.
Al día siguiente encontré una
revista que tenía días buscando por la casa, pero no la hallaba, hasta que esa
mañana mi esposa la ubicó en una bolsa cerca del lavandero y me la entregó,
entonces elegí uno de los tantos artículos que estaban disponibles y comencé a
leerlo. Hablaba sobre una mujer llamada Silvia, casada, de treinta y cuatro
años de edad y dos hijos, la cual se encontraba deprimida. Me encontraba
imbuido en la lectura, hasta que apareció mi esposa y le pregunté qué estaba
haciendo, a lo que me respondió:
—Estaba
hablando con mi amiga Silvia, hoy está cumpliendo treinta y cuatro años, pero
la sentí un poco deprimida, a lo mejor es que sus dos hijos estaban
discutiendo, y esta situación la puso así, me imagino que su esposo había
salido y estaba sola con ellos.
Entonces
le mostré el artículo que comenzaba con esa misma descripción y quedó atónita.
Luego comencé a leer un texto de filosofía,
para un artículo que tenía que preparar, y la cuerdita que tenía para marcar
las paginas no apareció, por lo que busqué el primer marca libros que encontré;
éste pertenecía a un libro que había escrito hace algunos años: Una luz
en el camino, el cual tenía un pensamiento extraído de su contenido, y
decía:
Despégate de la ilusión de lo que ves
y conocerás el mundo de lo no visto,
sólo así podrás entender que la muerte
es cambiar, pero nunca desaparecer.
El
mensaje era interesante, y a cualquiera le hubiera parecido algo normal leerlo,
la única diferencia es que a mí se me había muerto un tío el día anterior.
A muchos de nosotros nos han pasado sucesos
que nos causan asombro, pero que tal vez lo tachamos de hecho curioso. Estamos
pensando en una persona y, justo en ese momento, recibimos una llamada
telefónica suya, o de pronto nos acordamos de alguien que hace mucho tiempo no
tenemos en mente, y entonces lo encontramos en la calle. Para explicar estos
sucesos tendríamos que apartar la palabra casualidad que hace
alusión a una situación no prevista ni buscada, a lo azaroso. Para un suceso
que no puede hallarse una explicación lógica o racional sería conveniente
utilizar el término que aplicó el famoso psicólogo suizo Carl Jung de acausalidad.
Al término acausal se
le antepone el sufijo “a” que indica oposición, carencia o privación de algo;
es decir, privación de una causa identificable. Se utiliza para describir
eventos que no poseen una causa aparente.
Jung acuña el término sincronicidad como un principio de
conexión acasual, donde eventos internos (psicológicos) y externos
(físicos), se relacionan sin una condición causal directa. Además, este
suceso posee un significado profundo para la persona que lo experimenta. Este
concepto se distingue del sincronismo que se define como la ocurrencia
simultánea de dos sucesos o más, y se refiere a un término más técnico que describe
la coordinación temporal de acciones o eventos. Puede ser utilizado como
sinónimo de concordancia, coincidencia o simultaneidad.
En
su obra Crítica a la razón pura, Immanuel Kant nos habla sobre
el fenómeno y el noúmeno. Para este filósofo,
el fenómeno es la apariencia del mundo que percibimos a través de
nuestros sentidos. Según él, todo lo que conocemos y experimentamos es a través
de los fenómenos, y esta información se encuentra limitada por nuestras
facultades cognitivas o sentidos. Por otro lado, el nóumeno es
la "cosa en sí", es la realidad que existe independientemente de
nuestra percepción. Kant argumenta que los noúmenos son incognoscibles para
nosotros, ya que nuestras capacidades cognitivas no pueden acceder a ellos
directamente. Es como hablar de la “realidad última” en la filosofía oriental,
principalmente en el hinduismo, el jainismo y el budismo, y el concepto de “Maya[1]”,
que nos nubla la visión y nos envuelve en un mundo ilusorio, en una especie de
sueño del cual debemos despertar, y no quedarnos volcados hacia lo externo,
hacia el mundo material. Solo al romper el “velo de Maya” y experimentar un
estado de iluminación (samadhi o nirvana), podremos entender la apariencia de
los fenómenos y palpar la realidad última.
Bajo
estos conceptos kantianos y orientales, podemos deducir que la dificultad para
descifrar el lenguaje de la vida se debe a la limitación de nuestros sentidos
corporales, en otras palabras, por nuestra restringida percepción de la
conciencia. Entendiéndose a la conciencia, como la percepción que tenemos de
nuestro entorno o de nosotros mismos.
Desde el punto de vista de la filosofía, el
lenguaje de la vida abarca la manera en que interpretamos nuestra existencia,
la búsqueda de sentido y la influencia del lenguaje en nuestra percepción del
mundo. Cada individuo debe crear sus propias interpretaciones de su existencia
a través de un proceso de autoconocimiento y reflexión que le lleve a elegir
las decisiones más coherentes y acertadas, a través del criterio, el
discernimiento y la intuición.
Sobre la intuición en la filosofía quisiera
aclarar que, aunque para muchos filósofos puede considerarse subjetiva y
debería someterse a un escrutinio crítico, también hay que resaltar que a
través de los años ha sido valorada por muchos pensadores, ya que esta es capaz
de proporcionar un conocimiento inmediato y profundo (el nous platónico)[2],
más allá de la lógica, que puede servir como base para el razonamiento y la
argumentación, en diversos campos filosóficos. Además, es esencial para poder
descifrar este complejo lenguaje con el que nos habla el universo.
La vida puede hablarnos y tratar de comunicarse
con nosotros de diferentes maneras. Por ejemplo, en el ámbito de la bilogía
genética, el ADN es considerado un lenguaje de la vida, ya que éste se
encuentra presente en las células, y es el material hereditario que almacena
toda la información genética que la célula necesita para su reproducción. Esta
aseveración es cierta, pero también existen otros tipos de lenguajes o códigos
por descifrar.
El universo con sus millones de estrellas y
planetas, es un libro abierto esperando a ser leído. Los fenómenos como la
telepatía, la clarividencia, las experiencias cercanas a la muerte (ECM), la
mediumnidad, la intuición y la sincronicidad, forman una manera de
comunicación, muchas veces incomprendida o misteriosa, en la que se conjugan
diversas condiciones energéticas para hablarnos y darnos pistas del camino a
seguir en la vida. Aunque en ocasiones podemos sentir que navegamos en una
balsa por el mar de las dudas y de los cuestionamientos sin un puerto claro a
dónde llegar. Son corrientes del pensamiento metafísico que nos llevan a
explorar la naturaleza de la mente, el ser, el alma, la existencia y el
universo que nos rodea, para tatar de comprender sus misterios.
Así lo hicieron Arthur Schopenhauer y Eduard
Von Hartmann que, desde un pensamiento filosófico metafísico, expusieron ideas
para tratar de explicar este tipo de fenomenología. Por su parte, Shopenhauer
veía los fenómenos paranormales, como la telepatía y la clarividencia, como
manifestaciones de la Voluntad. Esa Voluntad metafísica que tanto desarrolló en
su filosofía y que todo lo creaba y todo lo destruía, motor de lo existente y
causa del dolor universal. Una fuerza irracional e inconsciente que subyace a
todos los fenómenos, la realidad nouménica kantiana. En su
libro Parerga y Paralipomena, llegó a decir: “quien ponga en duda
hoy en día los hechos del magnetismo animal y de clarividencia no ha de ser
tachado de incrédulo, sino de ignorante”. Por otro lado, Von Hartmann escribió
un librito titulado: El espiritismo (Der Spiritismus), donde
expone los fundamentos que explican estos fenómenos espiritualistas, bajo los
principios de su filosofía: “lo absoluto del inconsciente”.
Investigadores y escritores de la talla de
Oliver Lodge, William Crookes, William James, Emmanuel Swedenborg, Thomas Alva
Edinson, J.J Thompson, John Logie Baird y Alfred Russell Wallace, entre muchos
otros, estudiaron diversos fenómenos paranormales y dejaron sus opiniones al
respecto.
Tal vez la física cuántica sea una de las herramientas que posee la ciencia actual para intentar dar una explicación a estos tipos de fenómenos. Por otro lado, los estudios que están realizando muchos médicos, y otros científicos, acerca de las experiencias cercanas a la muerte (ECM), sobre aquellas personas que fallecen clínicamente y luego son revividas con diversas maniobras médicas y cuentan las experiencias que vivieron en esos minutos “fuera de su cuerpo físico”, también nos brindan algunas luces ante los misterios que encierra la muerte y el mundo del espíritu, que no podemos percibir con nuestros sentidos corporales.
Tagore dijo en una oportunidad: Leemos
mal el mundo, y decimos luego que nos engaña. Es cierto, diariamente tenemos
una hoja escrita frente a nuestros ojos, indicándonos el camino a seguir, pero
normalmente estamos imbuidos en la rutina cotidiana, que nos nubla nuestra
visión y evita que ese mundo interno armonice con el que se ubica afuera y
podamos encontrar así un estado de equilibrio. Es nuestra responsabilidad
prestar atención al diálogo que la vida puede ofrecernos diariamente, y tratar
de interpretarla para acercarnos cada día más a la Verdad, aquella que Jesús
nos instó a conocer para llegar a abrazar la libertad.
1ra. Edición: Caracas, 22 de septiembre de 2007
Por: Ernesto Marrero Ramírez.
Publicado en la Revista Vida Alternativa
Reeditado el 2 de agosto de 2024
[1] Maya es definida como ilusión, una
imagen irreal del mundo fenoménico que percibimos a través de nuestros
sentidos. Este espejismo les hace creer a las personas que la materia percibida
es real, cuando solo se trata de una imagen temporal e imperfecta.
[2] En la filosofía de Platón, el nous es la parte más elevada y divina
del alma, responsable del conocimiento directo e intuitivo de las Ideas o
Formas. Este conocimiento se logra a través de la nóesis, un tipo de conocimiento puro y elevado que permite al alma
captar las ideas sin necesidad de razonamiento discursivo, es una forma de
intuición que trasciende el pensamiento lógico y analítico.
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