La información y los
mensajes que la señora Eleonor Piper recibía desde el mundo de los espíritus
parecían incuestionables. El parapsicólogo de origen australiano Richard
Hodgson, estaba empecinado en comprobar que aquella mujer era una farsante.
Debía desenmascararla y demostrar que se trataba de una embaucadora, así como lo
había hecho con otros supuestos médiums. Estaba convencido de que ella fingía
sus estados de trance y que, por lo tanto, aquellas manifestaciones
paranormales no eran más que una vil trampa.
Se dedicó a investigarla a fondo mediante el uso de detectives privados que interceptaron su correspondencia y la vigilaron en las reuniones que sostenía fuera de la casa, también infiltró muchos participantes para que la desacreditaran en las sesiones que realizaba. Pero, a pesar de todo ese minucioso trabajo, se le hizo imposible detectar anomalías, no podía probar que eran falsas las informaciones que ella recibía a través de las comunicaciones con los difuntos. Ante aquel fracaso sólo se limitó a lanzar una arrogante afirmación:
—Hasta ahora no puedo comprobar absolutamente nada, pero deben confiar en mí, porque todavía falta mucho por investigar.
No obstante a su insistencia por querer demostrar que aquella comunicación con los espíritus era una invención de la mente de ella, comenzó a sospechar que posiblemente tenía un enorme potencial de telepatía y que por eso podía leer la mente de los participantes. Esta posibilidad le llevó a concebir la idea de que el Dr. Phinuit, el espíritu control que se comunicaba por medio de señora Piper, fuese una creación de su inconsciente que le servía de pretexto para leer los pensamientos de los asistentes y acertar en tantos mensajes que transmitía.
—El Dr. Phinuit no puede identificar claramente quien era él en la vida terrenal, ni puede responder ciertas preguntas de filosofía —aseveró Hodgson en una ocasión—, por lo tanto dicho personaje tiene que ser una invención de su inconsciente… Phinuit no existe realmente.
Las investigaciones prosiguieron y se acentuaron aún más, pero al final los hechos terminaron por doblegarle aquella imagen de piedra que lo revestía de verdugo implacable y tuvo que aceptar que aquel contacto con el más allá era verdadero. En un informe que redactó a la Sociedad para la Investigación Psíquica, explicó detalladamente que había estado equivocado en sus aseveraciones previas y que en definitiva daba por hecho la existencia de la vida póstuma y la posible comunicación de los espíritus a través de esta médium.
—Ya no tengo dudas de que las personalidades que se comunican a través de la señora Piper son en realidad quienes dicen ser —acotó con firmeza—. Son almas que han sobrevivido a la transición que nosotros llamamos muerte.
A mediados de 1905 a Richard Hodgson le realizaron una entrevista sobre las investigaciones que llevaba acerca de la señora Piper, y en una pregunta sobre la tesis que sostenía acerca de la telepatía en las comunicaciones, respondió:
Al final del cuestionario le preguntaron si tenía algo más que agregar. A lo que respondió, después de dibujar una sonrisa confiada en su rostro que acompañaba al brillo de sus ojos:
—Sí… quisiera agregar algo: No puedo esperar a morir.
En efecto sus deseos fueron cumplidos porque El 20 de diciembre de ese mismo año sufrió una insuficiencia cardíaca mientras jugaba al balonmano y falleció con apenas 50 años de edad. Ahora le correspondía experimentar personalmente si existía la vida en el más allá o si por el contrario le esperaba la nada eterna.
Transcurrió un tiempo
desde su deceso, hasta que en una sesión mediumnica se comunicó a través de la
misma señora Piper. Para su propio asombro, algunos de los presentes pensaron
que esa comunicación no era totalmente convincente y más bien se mostraron
dudosos. El filósofo e investigador norteamericano William James manifestó al
respecto:
—Sí, posiblemente se trate de nuestro amigo Hodgson, pero en realidad no estoy totalmente seguro.
Ante la duda presentada en los que estaban en la sesión, el mismo Hodgson respondió:
—Pues si yo no soy Richard Hodgson, entonces Richard Hodgson jamás existió.
Paradójicamente,
ahora le tocaba a él ser víctima del escepticismo de los investigadores con los
que compartió en su vida terrenal, quienes dudaron que aquella manifestación
espiritual pudiera ser verídica, a ellos más bien les parecía un acto
telepático de la señora Piper.
Por: Ernesto Marrero R
09 de agosto de 2023
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