Frases

¿Cómo te gustaría que te sorprendiese la muerte? En lo que a mí respecta, yo quisiera que me sorprendiese ocupado en algo grande y generoso, en algo digno de un hombre y útil a los demás; no me importaría tampoco que me sorprendiese ocupado en corregirme y atento a mis deberes, con el objeto de poder levantar hacia el cielo mis manos puras y decir a los dioses: “He procurado no deshonraros ni descuidar aquellas facultades que me disteis para que pudiera conoceros y serviros. Éste es el uso que he hecho de mis sentidos y de mi inteligencia […]

Epicteto

martes, 6 de mayo de 2014

Algunos tropiezos en la vida



Cuando tropieces con un sinvergüenza, pregúntate al momento: «¿Es posible que no haya sinvergüenzas en el mundo?». No es posible. Entonces no pidas lo imposible. Este es uno de aquellos sinvergüenzas que tienen que haber en el mundo. Ten a mano este mismo pensamiento para el malvado, el desleal y todo aquel que obre mal. Si recuerdas que es imposible que no haya esta clase de hombres, serás más benévolo con cada uno de ellos. Es útil también considerar qué virtud ha dado la naturaleza al hombre en relación con ese mal comportamiento. Pues dio como antídoto para el cruel la amabilidad, y para cada uno de ellos una cualidad diferente. Además, te es posible enseñar al que se ha extraviado, pues todo aquel que obra mal se aparta de lo fijado y se extravía. ¿En qué te ha hecho daño? Encontrarás que ninguno de aquellos con los que te irritas ha hecho nada que vaya a provocar que tu inteligencia se haga peor, y es en esto en donde radica todo el mal y el daño que se te hace. ¿Te resulta malo o extraño que un ignorante haga lo propio de un ignorante? Mira bien, porque quizá seas tú el que necesite reproche por no esperar que aquel fuera a obrar mal en eso. Pues tú sí tenías los recursos de la razón suficientes para pensar que era posible que él fuera a obrar mal en eso, pero te olvidaste de ellos, y ahora te asombras de su mala acción.
Pero, por encima de todo, cuando censures a un desleal o a un desagradecido, vuelve tus pensamientos a ti mismo. Pues es evidente que el error es tuyo, bien por haber depositado tu confianza en un hombre que tenía una disposición así te iba a dar pruebas de confianza, bien porque al hacer tú el favor no lo hiciste desinteresadamente, ni de tal modo que en el propio acto de hacerlo radicara todo el fruto de la acción.
¿Qué pretendes al hacer el bien a alguien? No te basta con esto, con obrar conforme a tu propia naturaleza. ¿Quieres cobrar por ello? Es como si tu ojo te pidiera una recompensa por ver, o tus pies por andar. Pues al igual que estos han sido generados para esa tarea, y precisamente al actuar conforme a su constitución hacen lo propio, así también el ser humano que es por naturaleza benefactor, cuando actúa de modo benefactor o ayuda en una acción beneficiosa, actúa conforme a su constitución y tiene lo que le es propio.  

Fuente: Extracto del libro: A sí mismo (Libro IX-42), de Marco Aurelio.

 Marco Aurelio Antonino Augusto. Fue Emperador y filósofo romano, apodado el Sabio (26 de abril de 121 – 17 de marzo de 180). Su estilo, influido sin duda por los maestros estoicos, carece, sin embargo, de la dureza dogmática de Epicteto, de quien adoptó el elogio de la libertad humana, o del tono docto y académico de Séneca. Por el contrario, sus textos denotan un tono muy personal, ya que parten de una reflexión íntima y crítica, y acusan una tendencia a transformar la doctrina en un constante examen de conciencia.

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