Frases

¿Cómo te gustaría que te sorprendiese la muerte? En lo que a mí respecta, yo quisiera que me sorprendiese ocupado en algo grande y generoso, en algo digno de un hombre y útil a los demás; no me importaría tampoco que me sorprendiese ocupado en corregirme y atento a mis deberes, con el objeto de poder levantar hacia el cielo mis manos puras y decir a los dioses: “He procurado no deshonraros ni descuidar aquellas facultades que me disteis para que pudiera conoceros y serviros. Éste es el uso que he hecho de mis sentidos y de mi inteligencia […]

Epicteto

lunes, 23 de noviembre de 2020

Posmodernidad, absurdo y responsabilidad




Quisiera comenzar diciendo que el diccionario de la Real Academia Española define el absurdo como algo contrario y opuesto a la razón, que no tiene sentido. También nos dice que es un dicho o hecho irracional, arbitrario o disparatado. Basado en dichas acepciones quisiera decir que esta era de la posmodernidad nos ha llevado a vivir en el absurdo, en una superficialidad, a perder el rumbo como seres humanos que ocupamos la cima de la evolución de las especies que habitan este planeta llamado Tierra.

No cabe duda que la llamada posmodernidad, o como la llamaría Lipovetsky: la época de la hipermodernidad, nos ha conducido a un callejón sin salida, a una escalera sin peldaños. Estamos viviendo una crisis de valores morales y un hondo vacío que parece no tener salida. Entiendo que con esta corriente hayan muerto los grandes relatos[1], como decía Lyotard, esos elefantes blancos que prometían panaceas cuando en realidad eran utopías. También parece importante que se permita el respeto a las minorías, a los diferentes géneros, y que haya surgido el multiculturalismo como un camino hacia la igualdad, pero no podemos llegar a caer en la frivolidad o en la insensatez y hundirnos en una crónica indiferencia que nos mantenga adormecidos.

John Cage, el compositor estadounidense, creó una sonata en tres tiempos llamada 4’33’’ (cuatro minutos, treinta y tres segundos), la cual es un caso digno de análisis. Para ejecutarla el pianista se sienta frente a un piano que posee un reloj, levanta su mano como si fuera a tocarlo, pero se queda inmóvil y, por este tiempo, guarda silencio, luego se para, agradece al público y se retira. ¿Esto es arte?, pues en esta época posmoderna, sí. ¿Qué diría Vivaldi, Schubert o Bach al respecto?, pues sería interesante imaginarlo. La obra de Félix Gonzales Torres llamada La perfección del amor, son dos relojes colgados en la pared que comienzan a la misma hora, luego, con el transcurrir del tiempo, se desincronizan y cada uno marca su propia hora, lo que para el autor simboliza el comportamiento del amor en las parejas. La obra Jaula con aves, de León Ferrari, consiste en una jaula con aves en su interior que defecan sobre unas imágenes del juicio final. Pero nada es tan abyecto como el performance, o body art, llamado Indiferencia, que realiza el artista colombiano Fernando Pertuz, quien defeca ante el público, en una galería de arte, y luego procede a untar las heces en un pan y se lo come con solemnidad. Recientemente un adolescente que visitaba, junto a unos amigos, el Museo de Arte Moderno de San Francisco (EEUU) tuvo la ingeniosa idea de dejar unos lentes tirados en el suelo para ver cuál sería la reacción de los asistentes, en efecto, al cabo de un rato, estaba rodeado de personas contemplando la profundidad de esta obra vanguardista, mientras que otros la fotografiaban con entusiasmo.

Bueno, en razón de lo expuesto, resulta de interés la idea del arte conceptual, y me parece loable el poder romper con viejos y rigurosos patrones que coartaban parte de nuestra expresión y alcanzar el libre despliegue de la personalidad íntima, pero tampoco se puede rayar en el sinsentido absurdo, en lo ascoso, en la frivolidad o simplemente en el espectáculo. La cultura que vivimos en la actualidad lo que busca es entretener a las masas, buscar seguidores y arrastrar a un público que no quiere pensar ni leer mucho, que solo quiere distraerse de la cotidianidad que lo sumerge en un sinsentido de vida. En su libro La civilización del espectáculo Mario Vargas Llosa nos comenta: “En las antípodas de las vanguardias herméticas y elitistas, la cultura de masas quiere ofrecer novedades accesibles para el público más amplio posible y que distraigan a la mayor cantidad posible de consumidores. Su intención es divertir y dar placer, posibilitar una evasión fácil y accesible para todos, sin necesidad de formación alguna, sin referentes culturales concretos y eruditos. Lo que inventan las industrias culturales no es más que una cultura transformada en artículos de consumo de masas.”

Con Nietzsche muere Dios, pero más que Dios muere la razón de la ilustración. La moral del individuo y la verdad son controladas por la voluntad de poder, como lo demostraron Hitler, Stalin o Mao Tse-tung. El manejo del discurso para manipular masas, se manifiesta en su esplendor con Joseph Goebbels, el secretario de propaganda del partido Nazi, quien llegó a decir, de forma contundente, que una mentira repetida mil veces se convierte en verdad. A partir de este axioma, la mentira práctica y el adoctrinamiento de las masas, han causado muchos estragos sobre todo bajo la sombra de los regímenes totalitarios. A partir de Nietzsche toda verdad comienza a ser relativa, con esto muere la moral y se reemplazan los valores por aspectos prácticos que beneficien intereses particulares y no a la sociedad como tal. Lo no-racional se convierte en un arte expresivo, surge el psicoanálisis y el inconsciente comienza a ser un objeto de estudio.

No obstante, a la importancia de lo antes señalado, la razón y las fuerzas oscuras del inconsciente deben complementarse para que exista un mundo equilibrado. Muchos han hecho del arte una expresión de lo no-racional, de lo incoherente o del sinsentido, y aunque esto es también reflejo de la condición humana, si no se acompaña de una dosis de racionalidad podemos hundirnos en un foso muy oscuro que nos aparte del sentido del vivir. Si revisamos la mitología griega observamos que al principio todo era el Caos y luego apareció el Cosmos para establecer el orden: Ordo ab Chao.

Aunque es bueno permitirles a las fuerzas dionisíacas –lo instintivo– que salgan y se expresen, como proponía Nietszche, también las fuerzas apolíneas –las de la razón– deben estar presentes. Las emociones desnudas deben revestirse con los ropajes de la razón, este equilibrio es el que permite sostener a las sociedades, a las familias, al mundo. Todo Mr. Hyde debe tener a su doctor Jekyll y todo Hulk a su doctor Banner.

Cuando los Titanes gobernaban la Tierra prevalecían las fuerzas inconscientes, la naturaleza pura, en su esencia más primitiva, luego los dioses olímpicos los derrocaron, en una gran guerra llamada la Titanomaquia, y establecieron una armonía entre las energías más primitivas y básicas con las más sutiles y elevadas.

Para Nietzsche la verdad es determinada por la voluntad de poder –el que domina puede establecer su propia verdad– y para el posmodernismo la verdad la determina el discurso, o sea que todo es producto del lenguaje. ¿Pero no es cierto que existía una realidad antes de que naciera el ser humano, antes de que se creara el lenguaje? Y aunque el lenguaje nos permita comprender o intentar comprender a la realidad, ella persistirá con o sin los seres humanos. Tal vez el mismo egotismo humano nos ha llevado a pensar que sin nosotros nada existiría, algo realmente absurdo.

Kant decía que el noumeno o cosa en sí, resulta incomprensible para el hombre, quien solo puede comprender el fenómeno, es decir, lo que percibe nuestros sentidos. Por eso hay que tener claro que más allá del fenómeno existe una realidad que siempre seguirá existiendo, aunque nosotros no la comprendamos, por lo tanto, es importante entender los límites del “lenguaje” y no considerarlo como una especie de ente metafísico que moldea las realidades de la humanidad, tanto así que los posmodernos han llegado a afirmar que el hombre no es más que un cruce de discursos.

El lenguaje debe ser visto como un canal de comunicación que puede manifestar su belleza a través de las diversas figuras literarias, con el fin de crear un estilo comunicativo más original y depurado, que sea capaz de entender su tiempo histórico y aportar soluciones a las necesidades individuales y sociales. Mario Vargas Llosa nos aconsejó al respecto: “[…] creo que la literatura debe comprometerse con los problemas de su tiempo y el escritor escribir con la convicción de que escribiendo puede ayudar a los demás a ser más libres, sensibles y lúcidos”. Por eso el acto de escribir no puede convertirse en un acto banal, en un simple juego de palabras que buscan darse sentido a sí mismas. Escribir es rescatar los valores de una sociedad, combatir sus vicios, reforzar las virtudes y romper los falsos paradigmas.

La vida requiere de legados reflexivos, de propuestas que ayuden a encaminar los derroteros de la humanidad, ejemplos virtuosos que ensalcen el honor y la dignidad; necesita de escritores que trabajen de la mano con su tiempo histórico, de pensadores que esparzan sus ideas en el aire de la eternidad, para que otros tengan un modelo a seguir, porque así aprende el ser humano, con los ejemplos de los demás.

¿Qué sería de la humanidad sin un Gandhi, un Tolstoi, un Beethoven, un Sócrates, un Whitman, un Einstein, un Buda o un Jesucristo?, ¿sin el cincel de Miguel Ángel Buonarroti, el pincel de Rembrandt, los acordes de Mozart o la pluma de Dostoievski? De igual manera, sería imposible hablar de poesía en Venezuela sin mencionar a Andrés Bello, Pérez Bonalde, Andrés Eloy Blanco, Fernando Paz Castillo, Vicente Gerbasi, Eugenio Montejo o Rafael Cadenas. Así como imaginar el mundo de la prosa sin las recordadas letras de Mariano Picón Salas, Rómulo Gallegos, Pedro Emilio Coll, Cecilio Acosta, Fermín Toro, Manuel Díaz Rodríguez, Arturo Uslar Pietri, Mario Briceño Iragorry o Juan Liscano.

Como hemos visto, el hilo de la vida nos muestra ejemplos constructivos y benéficos, pero también nos enseña prototipos destructivos, legados del mal que dejaron una herida mortal, una brecha de oscuridad y atraso para el mundo: un Kim Jong-il, un Pol Pot, un Saddam Hussein, un Hitler, un Nerón, un Calígula o cualquiera de tantos tiranos que aplastaron, con su sangrienta bota, el futuro y el bienestar de sus pueblos, solo para satisfacer caprichos o con el maligno fin de perpetuarse en el poder. En estos extremos oscila el curso de la historia y es la responsabilidad de cada ser humano decidir en qué lado se colocará.

La vida es un corto sendero, y apenas comenzamos a comprender su rápida trayectoria empezamos a despedirnos. En ese camino se presentan muchas adversidades. Es una cuesta de supervivencia donde debemos aplicar nuestras mayores destrezas para sobrevivir, donde debemos decidir y sobre todo ser responsables de nuestras decisiones y comprometernos con nuestro momento histórico. Sartre nos legó una inmortal frase que quisiera dejar como corolario del presente escrito: “…El hombre está condenado a ser libre. Condenado, porque no se ha creado a sí mismo y, sin embargo, por otro lado, libre, porque una vez arrojado al mundo es responsable de todo lo que hace”.

 

 

Por: Ernesto Marrero Ramírez          

 

 

[1] La posmodernidad se caracteriza por el abandono de los grandes relatos o metarrelatos, esas supuestas panaceas del pensamiento que terminaron por convertirse en utopías. Lyotard se dedica a estudiar específicamente cuatro grandes relatos que influyeron de sobremanera en la historia: el cristianismo, el capitalismo, el iluminismo y el marxismo. 

domingo, 12 de julio de 2020

Una experiencia del más allá



Era una noche parisina del mes de abril de 1645; transcurría el mandato del rey Luis XIV*, cuando dos hombres mantenían una intensa conversación acerca de la existencia de la vida más allá de la muerte. Uno era Louis de Prat, el marqués de Précy, y el otro Charles-Pompée d’ Angennes, marqués de Pisani, quien a su vez era hijo de los marqueses de Rambouillet.
Ambos amigos se debatían según diversos puntos de vista, sobre la trascendencia de la conciencia después de la muerte a un plano inmaterial o simplemente hacia la desaparición de todo.
A sabiendas de que en poco tiempo debían partir rumbo a la guerra y reunirse en Flandes con los batallones del duque de Enghien, el marqués de Précy se sintió temeroso de fallecer y permanecer como un alma errante en el campo de batalla, ya que para él el espíritu, luego de desencarnar, se quedaba cerca de los vivos sólo que no se le podía ver ni hablar. El marqués de Pisani, por su cuenta, argumentaba que no creía en fantasmas y que más bien le parecía que las ánimas entraban a un plano diferente donde olvidaban todo lo que habían vivido en la Tierra o simplemente, al fallecer, proseguía la nada.
Al finalizar la conversación realizaron una especie de pacto donde se juraron que el primero en perecer en batalla, avisaría al otro de lo sucedido y así constatarían sus puntos de vista.
Transcurrieron tres meses y, en efecto, son llamados a combate; parte el marqués Pisani, pero el otro permanece postrado en una cama víctima de una maligna fiebre que le impide ir a cumplir con sus deberes.
Amanecía un 4 de agosto y ya habían pasado algunas semanas desde la separación de los compañeros, eran las seis de la mañana cuando las cortinas del baldaquín se abrieron abruptamente. El enfermo, que yacía acostado, observó con asombro la llegada de su amigo que venía vestido con ropa de camino; exaltado por la alegría, Précy se levantó con la intención de darle un abrazo de bienvenida, pero el otro se apartó y, con la mirada perdida, le manifestó:
— ¡No me toques, por favor!  —exclamó, mientras retrocedía esquivándolo.
— ¡¿Qué te sucede?!... ¿Por qué actúas así? —preguntó con asombro.
— Estoy muerto, sólo vine para cumplir el juramento que hicimos. Ayer perdí la vida en la Batalla de Nördlingen.
— P... Pero esto debe ser una broma, ¿verdad? —inquirió perplejo—. Si te veo delante de mí.
— No, de ninguna manera —afirmó Pisani—. Es cierto. Sí existe otro mundo poblado de almas, pero no puedo darte más detalles; solamente quiero prevenirte para que no lleves una vida tan superficial y te alejes de todo tipo de conflicto bélico, porque en la primera oportunidad te vendrá la muerte.
Précy continuó creyendo que se trataba de una broma e intentó abrazar nuevamente a su amigo pero, para su sorpresa, sus brazos se cruzaron en el espacio vacío sin tocar nada material.
— Te lo advertí... ya no poseo un cuerpo físico —dijo en tono seco.
Seguidamente el marqués de Pisani le mostró la mortal herida con sangre reseca que le había provocado un disparo de mosquetón en los riñones y, luego, ante sus ojos, se desmaterializó.
El marqués de Précy entró en una especie de crisis nerviosa y con los gritos despertó a todos los que vivían en su residencia. Muchos trataron de explicarle que debido a la alta fiebre, seguramente había tenido una alucinación, que se calmara y volviera a dormir, ya que necesitaba mucho reposo para su recuperación.
Los días continuaron su ritmo normal hasta que recibieron noticias de la guerra que le corroboraron cada uno de los sucesos que le había narrado su fallecido amigo. Con el recuerdo vivo de la advertencia de muerte en su cabeza, Précy tomó la determinación de alejarse de todo conflicto armado hasta que estalló el levantamiento civil de la Fronda**; él no lo consideró un combate y por ese motivo decidió aceptar el mando de los gendarmes del Cardenal Mazarino y, en efecto, tal como lo había profetizado la aparición, muere en batalla el 2 de julio de 1652.
Así se cuenta en las Memorias del Conde César de Rochefort publicadas en el año 1688, quien además vivía como inquilino en el palacio del marqués de Précy y tuvo la oportunidad de estar presente el día en que manifestó aquel ataque de nervios después de su extraña experiencia con el más allá.



De mi libro: Y ahora... ¿Por dónde empiezo?



* Fue rey de Francia desde el 14 de mayo de 1643 hasta su muerte acaecida el 1 de septiembre de 1715.
** Se denomina la Fronda a un conjunto de levantamientos insurreccionales ocurridos en Francia en contra de la monarquía, que se produjeron entre los años 1648 y 1653 durante el reinado de Luis XIV.

sábado, 11 de julio de 2020

Van Lommel reta a la medicina oficial: "La conciencia no está en el cerebro. Sobrevive a la muerte"




20.08.2012 | 07:49 horas PorJOSÉ G. CONCEPCIÓN


El libro “Vida después de la Vida” supuso en 1975 un auténtico tsunami. Su autor, Raymond Moody, introdujo por primera vez la expresión “experiencias cercanas a la muerte “(ECM), que el cine ha popularizado en películas como "Más allá de la vida” (2010), dirigida por Clint Eastwood o la francesa “Premonición”( Afterwards) (2008) protagonizada por John Malkovich, que es la que más se aproxima a las teorías de Van Lommel.
La clase médica oficial calificó los relatos de las ECM de meras alucinaciones provocadas por por la ausencia de oxígeno en el cerebro(anoxia) y la liberación de las endorfinas, un opiáceo natural que sirve para contrarrestar situaciones de estrés como una parada cardiorespiratoria. Van Lommel no creyó en esa explicación oficial. En 1981 publicó en la revista Lancet una primera investigación sobre las experiencias de pacientes que habían sufrido una ECM tras superar una parada cardiorespiratoria con muerte cerebral. Más de treinta años después, dedicados al estudio de los ECM, se publica en España “Consciencia más allá de la vida”., escrito por este cardiólogo holandés. No te deja indiferente.


La última frontera

Van Lommel nos ofrece un dato desconcertante. Sólo un 18% de los pacientes con encefalograma plano sufren una ECM. No son meras alucinaciones. Ni intervienen las endorfinas. El regreso siempre es abrupto y doloroso. Hay más. No se pierde la identidad propia. Además, ven y escuchan todo lo que ocurre a su alrededor, pese estar en otro estado, sin tiempo ni espacio. “Sentí –asegura una paciente- que me iba deslizando hacia las profundidades de otro estado de conciencia. Por decirlo de algún modo, mi conciencia viajaba mientras mi cuerpo permanecía inmóvil sobre la cama. Podía ver mi cuerpo, no sentirlo”.
Los que experimentan una ECM constatan la existencia de una última frontera; más allá de la cual llegaba la muerte, el viaje sin retorno. Así lo experimentó un joven, completamente sordo, que casi se ahoga a los diez años.
“Entonces alcancé la frontera. A pesar de tener diez años, no necesité más explicaciones. Sencillamente comprendí que nunca podría volver si cruzaba aquel límite. Pero algunos de mis antepasados estaban al otro lado, llamando mi atención, porque se comunicaban conmigo mediante una especie de telepatía.”
¿Dónde está esa frontera entre la vida y la muerte?, nos preguntamos con Van Lommel. Hasta ahora se distinguía la llamada muerte clínica (cese de la respiración y de la actividad cardíaca) de la muerte biológica, en la cual el cerebro pierde las funciones de forma irreversible sin posibilidad de reanimación. Van Lommel pide revisar estos conceptos admitidos por la medicina oficial.


Los regresados

Estas experiencias cercanas a la muerte se producían en el pasado. El psicoanalista Gustav Jung sufrió una ECM. Son experiencias que han aumentado con los avances médicos de resucitación. Las ECM no dependen de factores como la religión, la raza, el sexo o a cultura. Los niños también sufren las ECM. “Cuanto tenía cinco años contraje meningitis y entré en coma. `Morí´ y fui arrastrado hacia un vacío oscuro y seguro en el que no sentía miedo ni dolor. Me sentía en casa, en aquel lugar…Vi una niña pequeña de unos díez años. Noté que me reconocía. Nos abrazamos y me dijo: ”Soy tu hermana. Morí un mes antes de que tú nacieras... Mis padres quedaron tan impactados que les entró el pánico (…) Me confirmaron que, en efecto, habían perdido a una hija llamada Riertje. Habían decidido no decírnoslo ni a mí ni a mi hermano hasta que fuéramos lo suficiente mayores para entender el significado de la vida y la muerte”
 Además de estos encuentros los regresados se ven rodeados por una luz inexplicable tras un largo túnel. Experimentan también un cambio de percepción, especialmente sorprendente en personas sin visión.”Lo siguiente que recuerdo es que estaba en el Centro Médico Harborview, contemplando todo lo que sucedía allí abajo. Y era terrorífico, dado que no estoy acostumbrada a ver las cosas de forma visual, ¡porque nunca antes lo había hecho! ¡Y al comienzo era algo espeluznante!  Y entonces por fín reconocí mi anillo de boda y mi pelo. Y pensé: “¿Eso de ahí abajo es mi cuerpo? ¿Estoy muerta o qué? Ellos (los médicos) no paraban de repetir: ¡No podemos traerla de vuelta!...”
No todas las ECM son tan gratificantes. Un porcentaje pequeño, entre un 1% o un 2%, de los regresados tiene una ECM aterradora que les deja un recuerdo perenne durante toda su vida. Y esto mismo ocurre en todas las ECM


El síndrome del regreso

Las ECM están más extendidas de lo que se creen. Según Van Lommel, unas 600.000 personas en los Países Bajos, 2 millones en el Reino Unido y más de 9 millones en EEUU han tenido una ECM. Los regresados inician, después de una ECM, una búsqueda silenciosa para entender su experiencia. “Cuando regresé de aquel mundo maravilloso, de aquella experiencia fascinante, el recibimiento que se me dió aquí, en este mundo, fue frío, gélido, y sobre todo desprovisto de amor”, aseguró una mujer que sufrió una ECM tras graves complicaciones en el parto.
Van Lommel describe un auténtico síndrome del regreso. Las posibilidades de divorcio aumentan al no aceptar la pareja los relatos de una ECM. En los jóvenes pueden buscarse vías de escape como las drogas o el alcoholismo. Sólo la aceptación de esta experiencia –afirma Van Lommel- puede tener efectos positivos, pero desgraciadamente los médicos no están preparados para afrontar estas pacientes con síntomas tan desconcertantes. Ni siquiera en la Iglesia encuentran respuestas.
Los regresados experimentan otros cambios. No tienen miedo a la muerte, son más altruistas y, sobre todo, más espirituales. Tienen que aprender también nuevas sensaciones tras una ECM como una intuición agudizada, clarividencia, ver las emociones y sentimienos de los demás, y lo más sorpendente, su cuerpo puede emitir un campo electromagnético que rompe cualquier aparato eléctrico con un simple roce. También ven el aura de las personas como comprobamos en “Premonición” (Afterwards).


La conciencia no está en el cerebro

Van Lommel  no es creyente. No cree en la trascendencia, pero rechaza, tal como se enseña hoy, que la conciencia sea producto o efecto de la función cerebral. Este heterodoxo holandés habla de la muerte como un cambio de conciencia. La muerte supone entrar en lo que él llama una conciencia no local, sin tiempo ni espacio. Plantea una especie de inmanentismo metafísico. La idea de Dios se ha sustitudo en Van Lommel en por una conciencia humana colectiva o universal que conecta a cada individuo con todo cuanto existe, ha existido o existirá. Y argumenta esta explicación, acudiendo a la Física cuántica.
 Platea también que el cordón umbilical que nos une con esa conciencia no local es el ADN, que  –afirma Van Lommel- permite explicar la continuidad de nuestro cuerpo siempre cambiante. Este cardiólogo llega a una conclusión que parece ciencia ficción: la memoria trasplantada en las donaciones de órganos. "En ocasiones- afirma- el ADN del órgano trasplantado continúa funcionando como zona de resonancia o interfaz de la conciencia del donante, permitiendo al receptor del órgano sentir retazos de sentiemientos e ideas que apuntan a la personalidad y a la conciencia del donante fallecido". Estremecedor.


¿Cuándo empieza la muerte?

Las ECM rompen los viejos prejuicios sobre la muerte. Es la propuesta de este médico contracorriente que cuestiona la extracción de órganos en donantes cerebralmente muertos. ¿Equivale la muerte cerebral a la muerte?, se pregunta este cardiólogo holandés, que nos revela un dato estremecedor. "La mayoría de la gente ignora que la extracción de órganos de un paciente `muerto´ a menudo requiere la administración de anestesia general, a causa del llamado síndrome de Lázaro: reflejos violentos del donante cuya muerte se ha certificado".
También cuestiona la eutanasia (legal en Holanda desde 2001).  “Podría cambiar la actitud de los pacientes, su deseo de solicitar la eutanasia o un suicidio asistido, si se dieran cuenta de que la conciencia sobrevive a la muerte porque no tiene principio ni fin”.
A Pim Van Lommel no es fácil callarle. Es un científico atípico dispuesto a intervenir en programas de TV y a ser entrevistado en prensa y también en televisión. También tiene su propia web, donde recibe cartas como éstas de personas que han sufrido una ECM. “En cualquier caso, para mí, personalmente esta experiencia ha sido decisiva para convencerme de que la conciencia perdura más allá de la tumba. Lo muerto ha resultado no estarlo, sino ser otra forma de vida”.

miércoles, 27 de mayo de 2020

Arthur Schopenhauer, el camino de la Voluntad


La vida se presenta como una continua estafa, tanto en lo pequeño como en lo grande. Si ha prometido algo, no lo mantiene y, de hacerlo, es para mostrarnos cuan poco deseable era lo deseado… Lo que se ha dado era para quitarlo. La magia de la distancia nos muestra paraísos que desaparecen cual ilusiones ópticas en cuanto nos acercamos. (Schopenhauer)

En lo más profundo de los pensamientos habita la experiencia del dolor del mundo y, en especial, la del ser humano, en quien ocupa un lugar predominante el sufrimiento que emerge de la inexorabilidad de la muerte, de la temporalidad en este mundo finito. Tener conciencia sobre dicha experiencia, inevitable y azarosa, y saber que un reloj metafísico, de manera regresiva, cuenta la ineludible partida de este mundo, revela la fragilidad de la existencia, un enigma que para muchos pensadores es preciso descifrar.
Por años, los filósofos no han dejado de preguntarse cuál es el sentido de esta vida cargada de angustias y pesares que al final será cercenada por la inevitable muerte. El pensador alemán Arthur Schopenhauer fue uno de ellos, y estableció su pensamiento filosófico cimentado sobre las bases del dolor, el deseo y el hastío que, a su vez, van a girar sobre un eje central llamado voluntad. Para él, la filosofía misma estaba cimentada en la muerte, así lo explicó en su libro inmortal El mundo como voluntad y representación: “La muerte es el auténtico genio inspirador o el musageta de la filosofía y por eso esta fue definida por Sócrates como «preparación para la muerte». Difícilmente se filosofaría sin la muerte.”
Schopenhauer, nace en la ciudad de Danzig el 22 de febrero de 1788, un año antes de que se iniciara el estallido de la Revolución francesa. Fue hijo de un rico comerciante, Heinrich Flores Schopenhauer, que se trasladó con su familia a Hamburgo cuando Danzig cayó en manos de los prusianos en 1793. Su madre, Johanna Henriette Trosiener, fue una escritora que llegó a gozar de cierta fama y conformó un importante salón literario que le daría la ocasión a Schopenhauer de entrar en contacto con personalidades como el famoso escritor y pensador Johann Wolfgang von Goethe y Christoph Martin Wieland.
Su padre esperaba que él siguiera sus pasos y que llegara a convertirse en un comerciante exitoso, y por eso, en 1803, lo envió de viaje dos años por Europa. Así se traslada con su familia hasta Holanda y luego a Inglaterra, donde queda bajo la custodia de un religioso inglés, por seis meses, con la intención de que aprendiera su idioma. Posteriormente viajaría a Francia, Suiza y también por las ciudades de Viena, Dresde, Berlín y Danzig. 
Es importante resaltar que cuando Shopenhauer pasó por Francia visitó la prisión de Toulon, donde pudo observar aproximadamente a 6.000 presos sentenciados en las galeras, además de presenciar la ejecución de varios reclusos. Esta experiencia le ocasionó un gran impacto al percibir el sufrimiento humano y la fragilidad de la vida. En su diario expresa, con mucho dolor, cómo podía ver al verdugo colocar la soga al cuello de los sentenciados, mientras que ellos rezaban y pedían clemencia. No cabe duda que estas impresiones psicológicas van a dar pie al fundamento de su filosofía, al percibir como el dolor y la maldad van a ser parte de la vida. Ya de joven se quedaba perplejo ante la ligerezas y distracciones a que se avocaba el ser humano en este mundo, a pesar de estar rodeado de tanto sufrimiento e injusticias. Llegó a decir que "Allí donde empieza la indiferencia, acaban la filosofía honrada y la moral viva".  
Cuando Schopenhauer retorna a Hamburgo procede a cumplir con su promesa de avocarse al comercio, pero su padre aparece muerto en el canal al que daban los almacenes de la parte posterior de su casa, todo parecía indicar que fue suicidio, pero esto nunca se reconoció públicamente para no manchar el estatus de la familia. No obstante, en su interioridad, Schopenhauer siempre culparía a su madre de esta nefasta consecuencia, y esto haría que al ser adulto nunca mantuviera buenas relaciones con ella, además del choque de caracteres entre ambos: Schopenhauer era introvertido, misántropo y hosco, en cambio Johanna era extrovertida, alegre y jovial.
Debido a este incidente, su madre lo libera del compromiso adquirido con su padre y, en este sentido, se inclinaría por los estudios superiores, que la fortuna dejada por su progenitor le permitiría disfrutarlos, sin ninguna preocupación económica . En 1809 ingresó en la Universidad de Gotinga a estudiar medicina, pero, después de estudiar con Gottlob Ernst Schulze, que lo inicia en los estudios de Platón y Kant, terminó por comprender que la carrera que le apasionaba realmente era la filosofía. En 1811 se trasladó a Berlín, donde estudió durante dos años, siguiendo los cursos de Fichte y Friedrich Schleiermacher; la decepción que ambos le causaron fue motivo de un momentáneo distanciamiento de la filosofía y un interés por la filología clásica.
Cuando se realizaron los combates de los nacionalistas contra las tropas napoleónicas, Arthur Schopenhauer decide abandonar Berlín y se dirige a Weimar, a salvo de las complicaciones de una guerra que lo mantenía indiferente. Aprovecha este tiempo para preparar su tesis doctoral titulada La cuádruple raíz del principio de razón suficiente, que le valió el título de doctor por la Universidad de Jena y que fue publicada en 1813. Se relacionó estrechamente con Goethe y fue influido por el orientalista alemán Friedrich Majer en el estudio de la filosofía hindú, del brahmanismo y del budismo, corrientes que influyeron profundamente en el desarrollo de su pensamiento filosófico, que posteriormente lo vinculará con el pensamiento de Platón y Kant para conformar su sistema filosófico. Al profundizar en este pensamiento escribe la primera versión de su obra magistral: El mundo como voluntad y representación (Die Welt als Wille und Vorstellung), que publica en el año 1819.
El filósofo confiaba en un reconocimiento inmediato de la importancia de su obra magistral, pero ésta no suscitó demasiada atención, aunque sí le ayudó a obtener en 1820, la condición de docente en la Universidad de Berlín. Allí trató en vano de competir con Hegel, quien se hallaba en la cúspide de su popularidad, para lo que anunció sus cursos a la misma hora que los de aquél, al que consideró abiertamente como su adversario e irreconciliable enemigo. Pero no tuvo éxito, fueron muy pocos alumnos los que asistieron a sus clases. En 1825, después de un nuevo viaje a Italia y un año de enfermedad en Munich, renunció a la carrera universitaria, para dedicarse a sus estudios filosóficos y darle mayor profundidad a su obra central: El mundo como voluntad y representación, de la cual aparece su segunda edición en 1844 que se enriquece con un segundo volumen de Complementos, quedando así muy aumentada.
Cabe destacar que Schopenhauer considera que su filosofía se basa en una dolorosa realidad, que expresa en palabras fuertes y secas, sin rodeos. Así percibe la vida, colmada de calamidades y tragedias que desembocan, irremediablemente, en el hastío y en el sufrimiento. Por eso critica con dureza y, en muchos casos despectivamente, a los que tratan de mostrar un optimismo superficial de la realidad. Es una filosofía que, a pesar de estar redactada con una pluma clara y sin rebusques semánticos, suele ser directa, amarga y en muchos casos desconsoladora. Por estos motivos es considerado por muchos críticos como un filósofo pesimista.
Hay que resaltar que este pensador tiende un importante puente entre la filosofía occidental y el pensamiento oriental, del cual apenas se estaban haciendo las primeras traducciones en su tiempo. De este mundo extrae la concepción del velo de Maya de los Vedas, y el concepto de Unidad absoluta con lo que argumenta el llamado “Principio de individuación”. El Samsara, el Nirvana y la relación entre el deseo y el sufrimiento le van a servir para el desarrollo de su concepto de voluntad metafísica, complementado, claro está, con los estudios de filosofía occidental, en los que va a manejar el idealismo platónico y lo referente al noúmeno y el fenómeno, de Immanuel Kant, del que siempre se va a sentir su discípulo más grande; tanto así, que en sus Manuscritos Berlineses llegará a decir: “Mi mayor gloria tendrá lugar cuando alguna vez se diga de mí que he resuelto el enigma planteado por Kant”. Este comentario es referido al descubrimiento de que la cosa en sí o noúmeno es la misma voluntad.
Su obra va a girar básicamente en torno a una voluntad metafísica que todo lo crea y todo lo destruye, principio y fin de la creación y que, al encarnarse como ser humano, se transforma en un querer sin fin, en un deseo que se convierte en una sed insaciable. Si este deseo es satisfecho se transformará en hastío que generará, a su vez, un nuevo deseo. Si por el contrario el deseo es cercenado, causará dolor.
En su libro: El mundo como voluntad y representación, Schopenhauer realiza esta definición de dicha voluntad metafísica: “en la fuerza que incita y vegeta en la planta, en la fuerza que hace cristalizar el cristal, en la que orienta hacia el polo norte una aguja imantada, en aquella cuya descarga eléctrica brota del contacto de metales heterogéneos, en aquella que por afinidades electivas de ciertos materiales parece separar y reunir cual fobia o filia e incluso, por último, en la gravedad que se aplica tan impetuosamente en toda materia, atrayendo la piedra hacia la tierra y la tierra hacia el sol; todo esto se tiene por diferente sólo en la esencia íntima, como aquello que le es conocido de inmediato mejor y con mayor familiaridad que cualquier otra cosa, eso que, allí donde sobresale más claramente, se llama voluntad”.
Esta voluntad shopenhaueriana, encarnada en la naturaleza humana, se individualiza, y termina por convertirse en un anhelo insaciable que hace que los hombres corran perennemente impulsados, en forma inconsciente, para satisfacer sus ansias y peticiones. Dicha ilusión de individualidad solo puede ser superada cuando la voluntad es negada (noluntad) y el ser humano entiende que forma parte de un todo universal o de una unidad total.
Para Schopenhauer, la voluntad es única, total e indivisible. Sin embargo, al objetivarse como conjunto de fenómenos en este mundo ilusorio de las representaciones, que corresponde al plano terrenal, se manifiesta multiplicada, fragmentada en innumerables partes. De aquí se desprende el principio de individuación, el cual nos dice que, a través de las formas de interpretación del entendimiento humano, básicamente del espacio y el tiempo, la voluntad homogénea, única, se concreta en la pluralidad de lo existente.
Como sucede con la cosa en sí kantiana, para la voluntad no existen categorías de pasado y de futuro, el tiempo únicamente se expresa en el mundo de las representaciones; es decir, que ella se manifiesta como un constante fluir atemporal. También se halla liberada de la forma, a la que únicamente ingresa cuando quiere manifestarse en el mundo material. Esta se convierte así en el fundamento de todo lo existente.
En la columna de su pensamiento filosófico, Schopenhauer explica que la vida oscila en un movimiento pendular entre el dolor y el hastío. Con cada deseo satisfecho brota la figura del tedio y entonces emerge un nuevo deseo, pero si este no es saciado viene el inevitable sufrimiento, es como estar entre Escila y Caribdis, dos temibles monstruos mitológicos que habitaban en un estrecho marino. Evitar las afiladas fauces del primero significaba ser tragado por el segundo. En ese ciclo interminable se sumergen las personas de este mundo, y forman así una especie de círculo vicioso del cual es muy difícil escapar. Al respecto comenta nuestro filósofo: “El deseo supone dolor, conforme a su naturaleza; el logro alumbra de inmediato a la saciedad. El objetivo era solo aparente; la posesión aniquila el estímulo. El deseo se presenta bajo una nueva forma y reaparece la necesidad; y cuando no ocurre así, hace acto de presencia la tristeza, el vacío y el aburrimiento, contra los que la lucha resulta tan penosa como contra la necesidad”.
Para Schopenhauer solamente hay tres posibles maneras de escapar de este ciclo interminable de sufrimiento: la primera es a través del suicidio, pero este es un acto ficticio ya que con esta decisión el suicida lo que quiere es escapar del sufrimiento que le produce esta vida, pero no de la voluntad y su deseo insaciable, que es la causa originaria de dicho dolor. Por tal motivo, la naturaleza simplemente continuará colocando otros individuos en el puesto de este para continuar su tarea. La segunda forma es a través de la contemplación de la obra de arte como acto desinteresado y en especial de la música, pero este acto es temporal, ya que solamente distrae por un instante y luego se vuelve a caer en el mismo estado. Y la tercera forma de romper con esta ilusión es negando la voluntad (noluntad), mediante el trabajo que lleva a cabo el asceta o místico, que logra penetrar en las profundidades de su mente y despertar del ensueño que produce este mundo ilusorio; en sí, aniquilar a la voluntad de vivir y lograr así la disolución del falso yo.
En sus últimos años, nuestro filósofo vivió una existencia recluida, que desde 1831 transcurrió en Frankfurt, adonde se trasladó huyendo del cólera que ese mismo año llevó a la tumba a Hegel. Schopenhauer murió como consecuencia de un paro cardiorrespiratorio el 21 de septiembre de 1860, a los 72 años en la ciudad de Frankfurt, su ama de llaves lo encontró reclinado en el sofá con un gesto apacible. Seguramente feliz por despertar del profundo sueño con el que la vida dolorosa envuelve a los seres vivientes durante su existencia.
La originalidad y el carácter anticipativo del pensamiento schopenhaueriano dejó su fuerte e insoslayable impronta en autores de la talla de Richard Wagner, Philipp Mainländer, Sigmund Freud, León Tolstói, Henri Bergson, Nietzsche, Thomas Mann, Hans Vaihinger, Eduard von Hartmann, Carl Gustav Jung, Otto Weininger, Otto Rank, Erwin Schrödinger, Ludwig Wittgenstein, Albert Caraco, Marcel Proust,  Pío Baroja, August Strindberg, Émile Cioran, Samuel Beckett, Albert Einstein,​ Miguel de Unamuno, Julian del Casal, Luis Enrique Marmol y Jorge Luis Borges,​ entre otros.
Vale la pena resaltar que Schopenhauer fue muy bien recibido entre los físicos, especialmente por Einstein, Schrödinger, Wolfgang Pauli​ y Majorana. Einstein describió los pensamientos de Schopenhauer como un "consuelo continuo" y lo llamó un genio. Konrad Wachsmann recordó que él constantemente se sentaba con uno de los volúmenes de Schopenhauer, ya gastados por el uso, y mientras estaba sentado allí se sentía tan complacido, como si estuviera comprometido con un trabajo alegre y sereno.
Una de las mayores ventajas de leer a Schopenhauer es su clara prosa. Al respecto, él comentaba que un filósofo auténtico debe buscar sobre todo claridad y precisión. Algo seguramente heredado de su madre Johanna Henriette Trosinier, quien fue novelista y llegó a entablar relaciones en el mundo de la literatura con destacados personajes intelectuales de la época. A pesar de que en la historia de la filosofía se suele encontrar a pensadores muy complicados de leer, en el caso de Schopenhauer se hallan líneas muy amenas que permiten atrapar al lector hasta la última frase. Fue Nietzsche quien llegó a decir en su obra Schopenhauer como educador, lo siguiente: “Pertenezco a los lectores de Schopenhauer que desde que han leído las primeras de sus páginas saben con seguridad que leerán todas las páginas y atenderán todas las palabras que hayan podido emanar de él”. En una entrevista publicada por Die Welt el 25 de marzo del año 1975, Borges comentó: “Para mí hay un escritor alemán al que prefiero a todos los demás: Schopenhauer. […] De hecho, aprendí alemán […] fundamental y específicamente para poder leer a Schopenhauer en su propia lengua”. En su biografía, Wagner reconoce que el libro de Schopenhauer El mundo como voluntad y representación le transmitió el estado de ánimo para escribir la ópera Tristán e Isolda, y en tono de agradecimiento se refiere a él: “Últimamente me he dedicado exclusivamente a un hombre que ha llegado como un regalo del cielo a mi soledad. Es Arthur Schopenhauer, el mayor filósofo desde Kant”.
Entre las obras que publicó en vida, nos dejó: La cuádruple raíz del principio de razón suficiente, El mundo como voluntad y representación, Sobre la visión y los colores, Sobre la voluntad en la naturaleza, Los dos problemas fundamentales de la ética y Parerga y paralipomena. Y entre las obras inéditas se encuentran: Manuscritos Berlineses, Dialéctica erística, Escritos inéditos de juventud y El arte de ser feliz o Eudemonología.
A pesar del mal genio y de los escritos secos y a veces dolorosos que siempre acompañaron a Schopenhauer, no se pueden negar los valiosos aportes que este pensador realizó a la historia de la filosofía.
El filósofo de Danzig logró vincular, con maestría, el pensamiento oriental y el occidental, al combinar las esencias del brahmanismo, de los vedas y del budismo con las ideas de Kant y Platón; pero además sustentó sus planteamientos con el apoyo del helenismo: estoicos, cínicos, epicúreos y escépticos. Podemos encontrar también su libro: El mundo como voluntad y representación nutrido con citas sobre el cristianismo y una sección llamada Epifilosfía, donde presenta sus semejanzas y diferencias con el filósofo Baruch Spinoza. En sí, se puede considerar su obra como un testimonio directo de reconciliación entre ambos pensamientos, lo cual demuestra que es posible generar un espacio abierto para el diálogo y la interdisciplinaridad, en el que se replantee el filosofar de un modo más íntegro y universal. Esta consideración intercultural es importante en la medida en que las personas puedan reunirse a pensar como seres humanos que conviven en un mismo planeta, aunque puedan estar marcados por profundas diferencias históricas, religiosas y culturales.      
Se le puede considerar como uno de los forjadores de las bases del existencialismo. La angustia y la tensión que se producen al tener conciencia de que se nace para morir, que la vida es un sueño del cual hay que despertar, que el sufrimiento está casado con la vida y que es imposible vivir sin sufrir, son algunos de los aspectos que más adelante van a sustentar el corpus del existencialismo, que cimentarían los filósofos Kierkegaard y Sartre.
Antes de Schopenhauer, la filosofía concebía al mundo desde una perspectiva racional; todo lo que sucedía en el entorno del ser humano se percibía con un énfasis en la ontología, la antropología, la epistemología y en la lógica. Pero él generó un cambio significativo en la perspectiva filosófica que la orientó hacia la interioridad del hombre, hacia el lado oculto, hacia lo no racional, inconsciente, por medio de su propuesta de la voluntad, además de sus sugerencias sobre el mundo onírico. En definitiva, a él le debemos su formulación sobre una metafísica de lo inconsciente, que posteriormente Freud y Jung le darían forma.
Con Arthur Schopenhauer se descubrió un significado profundo del dolor, que va más allá de la comprensión cotidiana, un dolor positivo, que puede brindar una experiencia transformadora, un hecho que despierte en aquel que lo padece un sentido particular de la realidad, una oportunidad de contemplar eso que se mantenía velado y yacía en el horizonte como algo oculto y difícil de alcanzar. Con la pacificación del salvaje deseo, emerge, de un modo espontáneo, una forma de conocimiento que logra percibir la unidad en el entorno, entender que todos formamos parte de un mismo todo, disolver las garras del ego y abrazar la inquebrantable paz.

Aunque por muchos años su obra no fue valorada como es debido, en la actualidad, este filósofo ha tomado mucha fuerza y es estudiado cada día más en las diferentes universidades del mundo.

Por: Ernesto Marrero Ramírez
27/03/2020

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lunes, 11 de mayo de 2020

El legado de Jesús de Nazaret


No crean que yo vine a suprimir la Ley o a los profetas: No vine a suprimirla, sino a darle su forma definitiva… Y les digo que, si su vida no es más perfecta que la de los maestros de la Ley y de los fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos. (Mateo 5,17-20)

Hace más de 2000 años pisó esta Tierra una persona que dejó una huella indeleble. Se trata de un alma sublime que vino con la misión de propagar el amor, el perdón, la compasión y la justicia, además de prometer un reino de paz que esperaría a las personas justas, sinceras y virtuosas. Para unos es considerado un dios o la encarnación del mismo Dios, pero para otros fue un ser humano, un guerrero que vino para romper viejos moldes, crear modelos revolucionarios y a la vez padecer, con el más puro estoicismo, las injusticias que azotan en este mundo. Armado con un corazón puro y la espada de la verdad, fue capaz de denunciar a los príncipes, a los sacerdotes, a los tiranos y, en general, a los potentados que acaparaban las riquezas y manipulaban las conciencias, siendo por ello acusado de sedicioso y sentenciado a muerte. El único hombre que logró partir la historia en dos, antes de él y después de él. Se trata de Jesús de Nazaret, a quien dedicaré esta pequeña reseña.
Conocido como Cristo, Jesús, Emmanuel o Jesucristo, también como el Mesías, el Redentor o simplemente el Maestro Jesús, nace en Belén, Judea, Imperio romano; en el año 4 a. C. y muere crucificado por orden del entonces prefecto romano de Judea, Tierra de Israel, Poncio Pilato, aproximadamente en el año 30 o 33 de nuestra era. Jesús es la figura central del cristianismo y, en definitiva, la más influyente de la cultura occidental. Prácticamente todos los historiadores de la antigüedad confirman su existencia histórica y su legado trascendental.
Para la mayoría de las corrientes cristianas, es el Hijo de Dios y, por consecuencia, la encarnación de Dios mismo. El judaísmo niega su divinidad, ya que es incompatible con su concepción de Dios. En el islam se lo conoce como Isa y es considerado uno de los profetas más importantes y mensajero de Dios. Cabe destacar que el Corán lo menciona 25 veces. Algunos hindúes consideran que Jesús es un avatar, un sadhu o un ser iluminado. Algunos budistas, incluido Tenzin Gyatso, el decimocuarto Dalai Lama, consideran a Jesús como un bodhisattva que entregó su vida en beneficio de todos los seres sintientes de la Tierra.
Jesús de Nazaret nace hacia el año 4 antes de la era cristiana, en un establo de Belén, en Judea, cuando dicha provincia pertenecía al Imperio Romano. Sus padres fueron José, un carpintero y María la Virgen. Muchos se preguntarán: ¿cómo es posible que Jesús haya nacido cuatro años antes de Cristo?, y la respuesta es que estudios historiográficos comprueban que Herodes el Grande falleció en el año 4 a.C., y el evangelio de San Mateo nos dice que Jesús nació en tiempos de Herodes: “Habiendo nacido Jesús en Belén de Judá, durante el reinado de Herodes”. (Mateo 2, 1)
También es bueno preguntarse: ¿por qué se dice que Jesús nació un 25 de diciembre?, y para responder esto es necesario remontarse al siglo cuarto de nuestra era, ya que sucedieron una serie de acontecimiento importantes para fundamentar las bases del cristianismo. Y tenemos qué en el año 313, en el Edicto de Milán, se establecía la libertad de religión o libertad de culto en el Imperio romano, dando fin a las persecuciones dirigidas por las autoridades contra ciertos grupos religiosos, principalmente contra los cristianos. El Edicto fue firmado por los emperadores Constantino I el Grande y Licinio, dirigentes de los imperios romanos de Occidente y Oriente. Esta nueva condición les otorgaba ciertos privilegios a los cristianos y les permitía la construcción de grandes templos.
En esos días se celebraba el Natalis Solis Invicti: el nacimiento del nuevo sol, el 25 de diciembre de cada año, que correspondía con el solsticio de invierno, una fiesta pagana. Luego el papa Julio I pidió en el año 350, que el nacimiento de Cristo fuera celebrado en esa misma fecha, y así, el papa Liberio decreta el 25 de diciembre como el nacimiento de Jesús de Nazaret. De ahí en adelante se motivó a las personas a que celebraran el nacimiento de Jesús como la llegada del nuevo sol de la esperanza y el amor al prójimo.
En este mismo orden de ideas, nos dice el capítulo 2 de Mateo que “durante el reinado de Herodes, vinieron unos magos de oriente a Jerusalén, preguntando: ¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido?, porque hemos visto su estrella de oriente y hemos venido a adorarlo. Y que al dirigirse a Belén se postraron para adorar al niño y le ofrecieron oro, incienso y mirra. La pregunta es: ¿por qué la tradición dice que son tres reyes magos? Y que además se llaman Melchor, Gaspar y Baltazar. Algo que no aparece en ningún lado de la Biblia ni lo avala ningún hecho histórico. Es necesario aclarar que el término mago era una denominación que se le otorgaba a los sacerdotes eruditos en el Antiguo Oriente, y que sus nombres aparecieron por primera vez en un mosaico de San Apollinaire Nuovo, en la ciudad italiana de Rávena, que data del siglo VI d. C., en esta composición artística se distinguen tres magos adornados al modo persa con sus nombres encima y representando distintas edades. Siglos más tarde se fueron identificando con las razas europea, asiática y africana, en los nombres de Melchor, Gaspar y Baltazar, respectivamente.
Según conocemos por las Sagradas Escrituras, Jesús fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo. Con esto, se quiere explicar la intercesión del Espíritu Divino, para que la joven María, Madre de Jesús, quedase encinta del Hijo de Dios.
De la infancia avanzada de Jesús y de su juventud es poco lo que se conoce. Lucas nos narra un episodio en que Jesús se les extravió a sus padres en Jerusalén, cuando cumplió los doce años, y lo hallaron a los tres días en el templo, sentado en medio de los maestros de la Ley, escuchándolos y haciéndole preguntas. Todos se quedaron maravillados de la inteligencia y precocidad del niño. Exaltada, su madre María le preguntó al verlo la razón de ese extraño comportamiento. A lo que les contestó: ¿Y por qué me buscaban? ¿No saben que tengo que estar donde mi Padre?...
Luego aparece Jesucristo, en los relatos bíblicos, a los treinta años de edad y se incorpora a las predicaciones de su primo Juan el Bautista. Tras escuchar sus sermones, Jesús se hizo bautizar en el río Jordán, momento en que Juan lo señaló como la encarnación del Mesías prometido por Dios a Abraham.
Tras el bautismo y un retiro de cuarenta días en el desierto, donde superó las tentaciones que les colocó el demonio, Jesucristo comenzó su predicación. Se dirigió fundamentalmente a las masas populares, entre las cuales reclutó un grupo de fieles adeptos (los conocidos doce apóstoles), con los que recorrió Palestina. Predicaba una revisión de la religión judía basada en el amor al prójimo, la renuncia hacia los bienes materiales, el perdón al prójimo y la esperanza de la vida eterna en el reino de los cielos. El llamado Sermón de la montaña, con sus admirables bienaventuranzas, es la mejor síntesis de su mensaje. Pensadores como León Tolstói y el Mahatma Gandhi consideraban que este sermón contenía la síntesis fundamental de la enseñanza cristiana.
Jesús de Nazaret se caracterizó por difundir un mensaje sencillo, nutrido de hermosas parábolas, con un trasfondo de amor, perdón y compasión hacia los más necesitados. Él halló eco entre los más pobres y fueron muchos los que acudieron a su presencia con la esperanza viva de que los ayudarán o simplemente para escuchar su palabra consoladora. Algunos estudiosos, con tendencias de izquierda, han llegado a comentar que Jesús fue el primer comunista o socialista que existió, un grave error desde varios puntos de vista. En primer lugar, él no reconocía el derecho de bienes individuales o comunitarios, simplemente los consideraba bienes materiales, mundanos y temporales. Les prohibía a los apóstoles que llevaran dinero cuando fueran a predicar la palabra de Dios y que vistieran de la manera más simple posible, como una muestra total de desprendimiento; así lo cuenta san Marcos: “Les ordenó que no llevaran nada para el camino fuera de un bastón: ni pan, ni morral, ni dinero; que fueran con calzado corriente y con un solo manto.” (Mc 6,8-9). Por otro lado, Jesús no era populista, ni mucho menos un demagogo, que son características clásicas de este tipo de corriente política, que se nutre con las necesidades del pueblo, y tampoco se le pudiera identificar con la burguesía capitalista que solo busca la simple acumulación de capitales y bienes materiales para vivir de un supuesto confort, algo con lo que él siempre estuvo en contra. En tal caso se le pudiese equiparar con un anarquista, al tratar de defender la libertad del individuo por encima de cualquier autoridad imperante. Pero, en definitiva, Jesús fue Jesús, un individuo auténtico, que más bien ha servido de prototipo para millones de personas a través de la historia.
La popularidad de Jesús se acrecentó cuando corrieron noticias sobre los milagros que realizaba en las calles, con los cuales expulsaba los demonios, curaba a los enfermos y hasta llegó a resucitar muertos. Dichos dotes eran considerados como la prueba irrefutable de la gracia que le otorgaba Dios, por ser su hijo elegido. Este profundo acercamiento al pueblo que esperaba la llegada del Mesías, y sus duras acusaciones contra la falsa moral de los fariseos, acabaron por inquietar a los sacerdotes y autoridades judías, que buscaron todas las formas de acabar con él.
Jesús fue denunciado ante el gobernador romano, Poncio Pilato, por haberse proclamado públicamente Mesías y rey de los judíos. Si lo primero pudiera ser cierto, y reflejaba un conflicto de la nueva fe con las estructuras religiosas tradicionales del judaísmo, lo segundo ignoraba el hecho de que la proclamación de Jesús como rey era metafórica, un simbolismo que aludía únicamente al «reino de Dios, que estaba en los cielos» y no colocaba en peligro los poderes políticos constituidos.
Consciente de que se acercaba su partida de este mundo, para cumplirse lo que estaba anunciado en las santas escrituras, unos días antes de Pascua se dirigió a Jerusalén, donde a su entrada fue aclamado por la multitud como el hijo de Dios. La gente le extiende sus mantos en el camino y lo elogian como un Rey. Los fariseos se quejan, pero él sabía que así se cumpliría una importante profecía. Seguidamente Jesús expulsa a los mercaderes del Templo y celebra la llamada última cena, donde compartió el pan y vino, para despedirse de sus discípulos antes de su muerte. Cabe destacar que el cristianismo considera dicha reunión como el momento de la institución del sacramento de la eucaristía.
Posteriormente, Jesús fue apresado, mientras oraba en el Huerto de Getsemaní, al pie del Monte de los Olivos, debido a la traición del apóstol Judas Iscariote, quien lo vendió por unas cuantas monedas e indicó a los sacerdotes del Sanedrín el lugar preciso para capturarle, al llamarlo ¡Maestro, Maestro!, y darle un beso.
Comenzaba así la llamada Pasión de Cristo, que le llevaría a la muerte tras sufrir múltiples penalidades y aceptarlas con el más profundo estoicismo. Con ella daba a sus discípulos un ejemplo de sacrificio y aceptación en defensa de su fe, que éstos asimilarían exponiéndose al martirio durante la época de las fuertes persecuciones de las que fueron víctimas. Jesús fue torturado por Pilato, quien, sin embargo, prefirió dejar la suerte del reo en manos de las autoridades religiosas locales; éstas decidieron condenarle a la muerte por crucifixión, un tipo de ejecución que era utilizada para exponer a la víctima en público a una muerte particularmente espantosa, lenta y muy dolorosa, con el fin de disuadir a las personas de cometer faltas graves o violaciones a las leyes impuestas por el Estado.
En muchas oportunidades, los romanos acostumbraban a azotar con un látigo al procesado antes de crucificarlo. También era obligado a cargar sobre sus hombros el madero denominado patibulum, hasta el lugar en que solía permanecer clavada la estaca vertical o stipites, posteriormente se encajaban ambos travesaños y se procedía a colgar al reo o a clavarlo en la cruz, un instrumento que posteriormente se convirtió en el símbolo fundamental de la religión cristiana.
Jesucristo resucita a los tres días de su muerte y se les aparece varias veces a sus discípulos, encomendándoles la difusión de la fe. Cuarenta días después, según los Hechos de los Apóstoles, asciende a los cielos. Judas se suicida, arrepentido por su traición, mientras que los apóstoles restantes se propagaban por el mundo mediterráneo para predicar la nueva religión. El apóstol San Pedro, quedó al frente de la Iglesia o comunidad de los creyentes cristianos, por decisión del propio Jesucristo. Pronto se incorporarían a la predicación nuevos conversos, entre los que destacó Pablo de Tarso, mejor conocido como San Pablo o el Apóstol de los gentiles, quien impulsó la difusión del cristianismo más allá de las fronteras del pueblo judío, además de ser el redactor de algunos de los primeros escritos canónicos cristianos, incluyendo el más antiguo conocido, la Primera epístola a los tesalonicenses. Y así, este cristianismo primitivo se extendió, pese a ser una religión minoritaria y perseguida, por las regiones de Judea, Siria, Europa, Anatolia, Mesopotamia, Egipto y Etiopía.
En esencia, la obra de Pablo hizo que el cristianismo dejara de ser una secta judía y se transformara en una religión más universal, que se expandió hasta los confines del Imperio Romano para convertirse así en la religión oficial el 27 de febrero del año 380, con la promulgación del Edicto de Tesalónica, también conocido como: A todos los pueblos, bajo el mandato del emperador Teodosio el Grande.  Durante estos primeros siglos, los Padres de la Iglesia, fueron consolidando las doctrinas del cristianismo y supervisaron el desarrollo del canon del Nuevo Testamento.  Y a partir del siglo XV, con la era de los descubrimientos europeos y las colonizaciones, se difundió por el resto del mundo.

Fue tan grande la convicción que envolvió a estos apóstoles, que se dedicaron a difundir las enseñanzas de su amado Maestro a pesar estar arriesgando sus vidas. De los doce apóstoles once murieron como mártires y solo uno, Juan, murió anciano a los 94 años.
Seguidamente, vamos a realizar una revisión muy somera, sobre la forma en que murieron estos apóstoles:
1.         Santiago, el mayor: fue el primero de los apóstoles en recibir el martirio. Al inicio de los años 40 del siglo I, el rey Herodes Agripa, nieto de Herodes El Grande, echó manos de algunos de la Iglesia para matarlos e hizo morir por la espada a Santiago, hermano de Juan. Al ver que esto gustaba a los judíos mandó a detener también a Pedro. (Hch 12,1-3).
2.         Andrés: Fue crucificado en una cruz con forma de X, la cual hasta el día de hoy es llamada la cruz de San Andrés y es uno de sus símbolos apostólicos. La tradición coloca su martirio el 30 de noviembre del año 63, bajo el imperio de Nerón.
3.         Bartolomé: A este santo lo pintaban los antiguos con la piel en sus brazos como quien llevaba un abrigo, porque la tradición cuenta que su martirio consistió en que le arrancaron la piel de su cuerpo, estando él aún vivo.
4.         Santiago, el Menor: la más antigua información sobre la muerte de este santo nos la ofrece el historiador Flavio Josefo. Fue decidida por el sumo sacerdote Anan, hijo del Anás, que aparece en los evangelios, el cual aprovechó el intervalo entre la destitución del procurador Festo, y la llegada de su sucesor Albino, para decretar su lapidación, en el año 62.
5.         Juan: Se dice que un atentado fue realizado contra su vida mediante un cáliz de veneno del cual Dios lo salvó, y así murió de causas naturales, cuando tenía la edad de noventa y cuatro años, de acuerdo con San Epifanio.
6.         Judas Iscariote: Traicionó a Jesús por treinta piezas de plata y luego se ahorcó. Así lo narra Mateo: “Cuando Judas, el traidor, supo que Jesús había sido condenado, se llenó de remordimientos y devolvió las treinta monedas de plata a los jefes de los sacerdotes y a los jefes judíos, diciéndoles: «He pecado, entregando a la muerte a un inocente». Ellos le contestaron: «Qué nos importa a nosotros? Es asunto tuyo». Entonces él, lanzando las monedas en el Templo, fue a ahorcarse” (Mt 27, 3-5).
Como queda vacante el puesto de Judas en el grupo de los 12 apóstoles, planearon su reemplazo, presentándose dos candidatos con buenos méritos, José Barsabás y Matías. Los apóstoles eligieron a Matías, que posteriormente fue apedreado y luego decapitado.
7.         Judas Tadeo: Se dice que a San Judas le aplastaron la cabeza con un mazo, razón por la que se le representa con este instrumento. Según otra tradición, fue atravesado con una lanza, y es por este motivo que también es recurrente encontrarle en representaciones iconográficas con este objeto.
8.         Mateo: Algunas tradiciones afirman que fue martirizado en Etiopía. Dice la tradición que evitando el matrimonio de una virgen con el Rey Hitarco, en el preciso momento en que terminaba la misa, un sicario enviado por este rey se le acercó y le clavó una espada en la espalda.
9.         Pedro: La tradición dice que fue crucificado en Roma con la cabeza hacia abajo. Pedro solicitó que lo crucificaran así porque no era digno de morir como su Señor Jesús había muerto.
10.       Felipe: Según narraciones posteriores, Hechos de Felipe y otras, evangelizó Grecia y después Frigia donde habría afrontado la muerte, con un suplicio que según algunos fue crucifixión y otros de lapidación.
11.       Simón: La tradición dice que los persas aserraron a Simón en dos partes, razón por la que se le representa con una sierra. Otra versión dice que sufrió la crucifixión, luego de haber predicado el Evangelio en Samaria.
12.       Y para terminar tenemos al apóstol Tomás: de quién se cuenta que el rey de la India Gondóforo tuvo una fuerte discusión con él debido a su fe y con un espada atravesó su corazón. Los cristianos recogieron el cuerpo del mártir y lo enterraron con honor.
Vale la pena resaltar que a pesar de las enseñanzas tan nobles y excelsas transmitidas por Jesús de Nazaret, y el esfuerzo de los Apóstoles por difundirlas de la manera más fidedigna, cimentadas en el amor y el servicio al prójimo que, desde luego, aportó una ola gigantesca de valor moral para la humanidad, el cristianismo se enlodó en los anales de las historia con muchos desaciertos como la Santa inquisición, las Cruzadas, las tinieblas de la Edad Media, el descuartizamiento de Hipatia, la hoguera de Giordano Bruno y el suplicio de Galileo, entre otros.
Desde luego es la mano del ser humano manchada con sus vicios, la que ha estado detrás de los atropellos y las injusticias, al dejarse arropar por sus bajas pasiones desde las cúpulas del Poder y otros simplemente al ser arrastrados por la mano de la ignorancia y el fanatismo. Pero ante las caídas hay que volverse a levantar y retomar firmemente el bastión que marcó el horizonte inicial, que no es otro que la enseñanza pura y simple del Carpintero de Galilea, aquel que nos legó una frase inmortal: “Amaos los unos a los otros, como yo los he amado”.
Cabe destacar que, en la actualidad, el cristianismo es la religión más extendida de la humanidad y cuenta con aproximadamente dos mil millones y medio de seguidores. Si bien se encuentra dividida en varias Iglesias, como la católica romana, la ortodoxa y las diversas protestantes. Los cristianos creen que Jesús es el hijo de Dios, así como el Mesías (o Cristo) profetizado en el Antiguo Testamento, que sufrió, fue crucificado, descendió al infierno y resucitó de entre los muertos al tercer día para dar vida eterna a quienes crean y confíen en él, así como la redención de sus pecados.


Por: Ernesto Marrero Ramírez.
11/05/2020

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miércoles, 29 de abril de 2020

Marie Curie, férrea voluntad y abnegación




En la lista de científicos abnegados y benefactores de la humanidad hay que resaltar, en letras mayúsculas, el nombre de María Salomea Skłodowska, mejor conocida como Marie Curie o Madame Curie. Una mujer menuda, sencilla y de aspecto frágil, pero con un corazón de acero y un alma indómita, que nace Varsovia, capital de Polonia, el 07 de noviembre de 1867. Su padre fue un profesor de física y su madre una profesora que dirigía un pensionado para hembras. Siendo aún niña la vida le presentó muchos reveses. Tuvo que vivir en un país que se encontraba bajo el yugo de la Rusia Imperial y además le tocó soportar el distanciamiento de su madre que, aunque amaba mucho a sus hijos, evitaba abrazarlos y besarlos para no contagiarlos de tuberculosis.  A la edad de 9 años muere su hermana Sofía a quien apodaban cariñosamente como Zosia, como consecuencia de una epidemia de tifus, y dos años después su adorada madre, producto de esa infección bacteriana con la que tanto luchó. Por estos sucesos, el hogar de los Sklodowski se convirtió en un lugar sombrío, con las ventanas oscurecidas y atuendos negros. Estos hechos formaron en María un carácter fuerte y una mirada seca y triste, que la acompañaría el resto de su vida. Su educación inicial la obtuvo en Polonia, mostrando una capacidad impresionante para memorizar, además de realizar con facilidad cálculos matemáticos. Por otro lado, llegó a dominar varios idiomas: el polaco, el ruso, el alemán, el francés y el inglés.
Sus deseos de continuar estudios en la Universidad, se hicieron una necesidad muy grande. El problema era que en Polonia no le era permitido estudiar a las mujeres en niveles universitarios. Su hermana Bronia también quería estudiar medicina y así llegan a un acuerdo, Marie ejercería la labor de institutriz y ayudaría a pagar sus estudios con la colaboración de su padre, y cuando Bronia obtuviera su título, ella ayudaría a María a realizar los suyos. Y así lo hicieron. Con los años Bronia se gradúa y se casa con un médico, entonces María parte para París a estudiar en la Sorbona. Pasó un tiempo viviendo con su hermana y su cuñado antes de alquilar una buhardilla en el Barrio Latino, que quedaba cerca de la Universidad. Después de años de sacrificios, necesidades y mucho estudio se gradúa con honores en el año 1893, en la carrera de Física y un año después obtiene una segunda licenciatura en Matemáticas.
En Francia, María conoció al físico francés Pierre Curie, quien tenía ya un reconocimiento importante dentro del mundo científico por haber descubierto en 1880, junto a su hermano Jacques, la piezoelectricidad, un fenómeno por el cual al comprimir un cristal de cuarzo se genera un potencial eléctrico.
Y Surgió así, prácticamente a primera vista, una atracción en la pareja, no solo física, sino intelectual y espiritual, y por este motivo contrajeron nupcias el 26 de julio de 1895, ante el alcalde de Sceaux, población cercana a parís. Fruto de esta unión nacerían sus dos hijas: Irene y Eva.
En 1896, María, animada por Pierre, decidió hacer su tesis doctoral sobre los recientes trabajos del científico Henri Becquerel quien habían descubierto que las sales de uranio transmitían unos rayos de naturaleza desconocida. Dicho trabajo estaba relacionado con el reciente descubrimiento de los rayos X por parte del físico alemán Wilhelm Röntgen. Marie Curie se interesó por este hallazgo y, con la ayuda de su esposo, decidió investigar la naturaleza de las radiaciones que producían las sales de uranio. Lo primero que descubrieron ambos, es que las radiaciones no eran el producto de reacciones químicas, sino que se debían a la naturaleza misma de la materia. En 1898, tras varios años de arduo trabajo, a través del estudio de un mineral denominado pechblenda, aislaron dos nuevos elementos químicos, uno fue el polonio, que María lo bautizó así en referencia a su país natal, Polonia. Ella quería que este nombre atrajese la atención del mundo hacia una Polonia sometida por el yugo imperial ruso y que anhelaba su soberanía e independencia. Y el otro elemento fue el radio, cuyo nombre se lo colocaron debido a su intenso poder radioactivo.
A raíz del descubrimiento del radio, el mundo estaba pendiente de la radioactividad, y por este motivo comenzaron a realizarse investigaciones y experimentos por todo el mundo. En este sentido se establecen diversas propiedades del radio, el cual es capaz de impresionar las placas fotográficas, convertir la atmósfera en conductora de electricidad, reducir a polvo el papel o el algodón con el que se le cubre, logra expandir su radiación por todas partes, desprender calor, hacer fosforescente el diamante, producir gas de helio y lo más importante: sus rayos queman las células cancerígenas, de aquí se creará la radioterapia o cómo se le llamaba entonces: la curieterapia.
María y Pierre Curie se dedicaron a estudiar diversos materiales radiactivos. En esos años trabajaron en un cobertizo poco equipado y Pierre era el encargado de suministrar todos los medios y artilugios para que María trabajara. Los dos sufrieron quemaduras y llagas producidas por los peligrosos materiales radiactivos.
El 25 de junio de 1903, María publicó su tesis doctoral titulada: “Investigaciones acerca de las sustancias radiactivas”. Y Defendió su tesis ante un tribunal para obtener el doctorado con mención Cum Laude.
Ese mismo año, junto con Pierre Curie y Henri Becquerel, María fue galardonada con el Premio Nobel de Física: "en reconocimiento a los extraordinarios servicios rendidos en sus investigaciones conjuntas sobre los fenómenos de radiación descubierta por Henri Becquerel". Es notable que estos dos grandes científicos, a pesar de vivir con muy escaso recursos económicos, nunca quisieron patentar sus descubrimientos e inventos. Siempre se atuvieron a sus ideas de que el conocimiento debería estar a total disposición de los otros científicos y en general de toda la humanidad, un acto elevado de altruismo.
Cuando todo indicaba que la familia Curie, caminaba por la senda de progreso profesional y familiar, ocurre una tragedia que va a ensombrecer sus vidas. El 19 de abril de 1906, Pierre, fue atropellado por un carruaje de caballos en la calle Dauphine, cerca de Saint Germain de Pres, en París. Murió de manera instantánea, con el cráneo triturado, sin que nada se pudiera hacer por él. María quedó muy afectada por esta desgracia, sintió que el mundo se le venía encima, ya no contaría con su compañero de investigaciones y de vida. Días después del fallecimiento de su esposo, comienza a escribir un diario, y en él plasma estas letras: “En la mañana del domingo que ha seguido tu muerte, Pierre, he ido por primera vez al laboratorio en compañía de tu hermano. He tratado de hacer un cálculo para una medida, pero me he visto en la imposibilidad de continuar. En la calle, camino como hipnotizada, sin preocupación por nada. No me mataré, no tengo ni el deseo de suicidio. Pero entre tantos coches, ¿no habrá uno que me haga compartir la misma suerte de mi amado?”.
En esos días el gobierno francés le ofrece una pensión vitalicia, la cual rechaza y argumenta que aún se siente lo suficientemente fuerte para obtener el sustento de su vida con su propio esfuerzo. Y poco a poco fue retomado fuerzas para seguir a delante y velar por la educación y el futuro de sus hijas. En este sentido, aceptó la cátedra de física que su marido había obtenido en 1904. Su primera clase en la Universidad causó gran expectación, pues era la primera mujer que daba clases en la Sorbona, que ya tenía 650 años de fundación.  En 1911, recibió su segundo Premio Nobel, ahora en Química: «en reconocimiento de sus servicios en el avance de la Química por el descubrimiento de los elementos radio y polonio, el aislamiento del radio y el estudio de la naturaleza y compuestos de este elemento». Marie Curie fue la primera persona a la que se le concedieron dos Premios Nobel en dos campos diferentes y, como mujer, era algo impensable para su tiempo.
En el año 1914, inicia la primera guerra mundial. Durante el conflicto bélico, los hospitales de campaña, en Francia, carecían de personal experimentado y máquinas de rayos X apropiadas para revisar a los soldados heridos en batalla, así que María propuso el uso de la radiografía móvil cerca de las líneas de guerra para ayudar a los cirujanos en el campo de batalla. Aseguró con esta iniciativa, que los soldados heridos fueran atendidos con mayor efectividad si los cirujanos contaban a tiempo con las placas radiográficas. Después de un rápido estudio de la radiología, anatomía y mecánica automotriz, adquirió equipos de rayos X, vehículos y generadores auxiliares y diseñó unidades móviles de radiografía, a las que llamó «ambulancias radiológicas», pero que llegaron a ser conocidas posteriormente como las «pequeñas Curie». Se convirtió así en la directora del Servicio de Radiología de la Cruz Roja francesa y creó el primer centro de radiología militar de Francia. Después de culminada la guerra a María se le ofrecían todo tipo de honores y se le llamaba la bienhechora de la humanidad. Manifestaciones que supo esquivar con la singular modestia que le caracterizaba.
Después de una vida dedicada a la ciencia y al aporte social, Marie Curie parte de este mundo material, el 4 de julio de 1934, cuando tenía 66 años, debido a una anemia perniciosa, por una alteración de la médula ósea, como consecuencia de las radiaciones a la que estuvo expuesta por tantos años en sus trabajos. Los efectos nocivos de la radiación ionizante no se conocían en ese momento y los experimentos se realizaban sin las medidas de seguridad pertinentes. Fue enterrada junto a su difunto esposo, como lo había pedido en vida. Se fue su cuerpo físico, pero su alma se quedó recorriendo los derroteros de la historia, al dejar un ejemplo de férrea voluntad y abnegación por el mundo científico y la humanidad.
Pasado un año de su deceso, en 1935, su hija mayor, Irene, también obtiene el Premio Nobel de Química, junto a su marido Frédéric Joliot, por su descubrimiento de la radiactividad artificial. Cuatro años después un grupo de investigadores alemanes descubre que cuando el átomo de uranio es bombardeado con neutrones se desencadena la llamada fisión nuclear; y Frédéric Joliot completó la investigación, al descubrir que este bombardeo sobre el núcleo de uranio produce, a su vez, nuevos neutrones capaces de hacer estallar otros núcleos de uranio, produciendo así una reacción en cadena. Con este avance se iniciaba la era de la energía atómica. Una era que María Curie no conociera pero que fue posible gracias a su incansable trabajo y dedicación por la investigación y la ciencia.
Sesenta años después, en el año 1995, sus restos fueron trasladados, junto con los de Pierre Curie, al Panteón de París, donde se le brindaron las distinciones correspondientes. En honor de esta infatigable pareja recibe el nombre el asteroide (7000) Curie, descubierto el 6 de noviembre de 1939 por Fernand Rigaux. De la misma manera se le asignó el nombre del elemento sintético curio (Cm) descubierto en el año 1944, así como el cráter Curie, ubicado en la Luna y el cráter Curie del planeta Marte. Sin duda alguna, una labor que dejó una huella indeleble en los anales de la historia.

Por: Ernesto Marrero Ramírez
29 de abril de 2020

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