El dolor de perder un ser querido
No hay nada que nos pueda destruir más que la muerte de un ser querido, sobre todo si se trata de un hijo/a, la pareja, los padres...
Verdaderamente ante su falta, es cuando llegamos a comprender que no hay nada más terrible que la muerte. La herida de dolor que se abre es muy difícil de sanar.
Nos preguntamos mientras intentamos comprender la inmensidad de nuestra pérdida ¿qué hacer en una situación tan desconocida para nosotros?
Multitud de dudas, preguntas y miedos nos invaden y sentimos no poder resistir vivir una vida que, de repente, ha cambiado y nos sentimos totalmente desamparados para afrontar lo que nos parece un reto imposible.
Primeras Reacciones
Las primeras reacciones suelen ser de negación e incredulidad.
En cierto modo estas reacciones pueden contribuir a mitigar el gran golpe que nos produce la pérdida, pero pronto comenzamos a sentir la verdadera medida de nuestro dolor.
Es bastante común pensar que estamos perdiendo la razón y sentir grandes deseos de irnos con nuestro ser amado.
Ahora nada nos parece importante salvo su ausencia, ¡las cosas cotidianas de la vida carecen de valor!
Esto es muestra de la gran repercusión que sentimos en lo más profundo tras la muerte de nuestro ser amado y que harán emerger intensas emociones no experimentadas antes, como la sensación de que nosotros también hemos muerto por dentro junto a ellos.
Durante mucho tiempo nuestro ser querido estará constantemente en nuestra mente y seguramente sintamos gran soledad, vacío y una gran nostalgia por abrazarle y acariciarle de nuevo.
Muchas cosas nos lo recuerdan... lo que vemos, tocamos, oímos, olemos... despertando en nosotros una gran tristeza y sentimos una honda brecha en el centro de nuestro pecho.
A veces creemos oírles, verles. Esto también puede depender de nuestras creencias religiosas, morales o espirituales. Aún no teniendo ninguna creencia, es como si estuviéramos esperando que de un momento a otro vuelvan a entrar por la puerta y esto se debe a que involuntariamente no terminamos de creer ni aceptar que ha fallecido.
La Familia, los Amigos: ¡No entienden!
Seguramente tengamos rabia por la insensibilidad de otras personas hacia como nos sentimos. A veces los familiares y amigos parecen esperar que nos comportemos con normalidad poco tiempo después de la pérdida.
Es frecuente notar que los demás están incómodos con nosotros y a veces actúan de forma que nos hace daño, como cuando evitan hablar de nuestro ser querido o no preguntan cómo nos sentimos. La mayoría de las veces no saben cómo actuar y tienen temor a recordarnos lo ocurrido. También sucede que si lo mencionamos nosotros, ellos cambian de tema.
Esto duele profundamente, pues en realidad necesitamos hablar de ellos, ¡estaríamos todo el día hablando de ellos!... lo que hacían, decían... cómo eran sus ojos, su pelo, su risa... No queremos que se nos olviden y deseamos que siempre fueran recordados por los demás.
Tendríamos que decir a nuestros amigos y familiares cómo nos sentimos y cuánto nos ayuda hablar de nuestro ser amado. De este modo facilitaremos soltar la tensión que se crea y aumentar el entendimiento entre todos.
Es muy beneficioso hablar abiertamente, sobre todo con los más cercanos como son nuestra pareja o los demás hijos, quienes también sufren muchísimo la pérdida del hermano fallecido, y que ahora no "encuentran" apenas a sus padres, pues están sufriendo tanto que casi no se dan cuenta del estado de ánimo de sus otros hijos.
Los recuerdos
Algunas veces tememos olvidar su aspecto físico o no recordar el sonido de su voz y ver sus fotografías, ropas y objetos personales, nos produce dolorosas emociones.
Es importante no tomar decisiones apresuradas y si es necesario guardemos sus pertenencias hasta que nos encontremos con fuerzas para mirarlas y tocarlas. ¡Pueden ser un tesoro que nos consuele!.
Aunque deberemos cuidar no convertir sus recuerdos personales en reliquias, o su habitación en un mausoleo, cayendo en un "culto al muerto" que si lo alargamos en el tiempo, no nos ayudará a sanar nuestro dolor.
Los demás, nuestra familia, el entorno
Todos sabemos que aumenta la alegría cuando la compartimos con familia y amigos, también es preciso saber que compartir el dolor hace que este se disminuya.
Por tanto ¡la mejor forma de ayudarse es compartiendo nuestro dolor con el otro! Una familia como mejor y más se ayudan es compartiendo ese dolor que está en cada uno de sus miembros.
Tenemos que hacer un esfuerzo por los otros hijos si los hay, y recordar que ellos también sufren. Suelen ser los grandes olvidados del duelo y necesitan el amor de los padres especialmente ahora. Da igual si se trata de niños pequeños pues es muy importante no excluirlos del dolor que siente la familia. Ellos a su nivel entienden lo que está pasando, y si no contamos con ellos y los apartamos de todo pueden llegar a tener más confusión y temor, además de sentirse muy solos y desamparados.
Las tensiones
Son tan intensas y profundas las emociones que se sienten cuando muere un ser querido que nos deja rotos. Nuestro estado de ánimo puede crear tensiones tanto en nuestro matrimonio como en otras relaciones. El entendimiento logrado durante nuestra relación y entorno familiar durante los años de convivencia, de una u otra forma van a pasar por una dura prueba.
Es muy importante comprender cuanto antes que cada uno lleva su dolor a su manera y ritmo, y una buena fórmula para que este proceso sea lo menos traumático posible, es tener gran comprensión, cariño y tolerancia, e intentar consolarse unos a otros, aunque a veces creamos que no podemos hacerlo y que el otro no nos entiende.
Para atenuar el dolor muchas personas toman alcohol y drogas. Con esto solo lograremos bloquear el dolor y disfrazarlo temporalmente. Retardaremos así el proceso normal del duelo.
Es necesario darse cuenta que para atravesar esta etapa tan dura de nuestra vida, deberemos tener nuestras facultades en buen estado, esto nos ayudará a salir cuanto antes y de mejor manera de la dolorosa situación.
Expresar emociones
Las lágrimas son una forma de expresar la angustia y es muy necesario llorar. Muchas veces no podemos evitar el llanto y tenemos que afrontar esos momentos sin intentar evitarlo, pues llorar es un gran desahogo.
Es muy común que nos perdure una especie de agotamiento bastante tiempo después del sepelio. No obstante nos empeñamos a veces en fingir que estamos bien cuando la realidad es bien distinta ¡es una equivocación!
Este comportamiento de hacernos los "fuertes" hará que gastemos la poca energía de la que disponemos durante el tiempo del duelo, por lo que es muy importante que nos comportemos como somos y nos sentimos sin disfrazar nuestros sentimientos.
Físicamente es necesario que nos cuidemos, comer bien y descansar todo lo posible. Será de gran ayuda dar algún paseo tranquilo al aire libre y hacer algo de ejercicio.
Durante el duelo muchas personas sufren en algún momento depresión. Es un estado que desaparecerá poco a poco, pues suele producirse por el gran agotamiento emocional y el cuerpo y la mente necesitan tiempo para recuperarse de este traumático estrés.
Todo parece gris y muerto, como si el mundo mismo pasara por una convalecencia. Si esta fase se alarga en el tiempo, debemos pensar si acudir a un terapeuta, mejor especialista en el duelo, que pueda ayudarnos.
Enfrentarse al propio dolor
No hay atajos contra el dolor que sentimos casi constantemente. Durante cierto tiempo quisiéramos encontrar la varita mágica para saber cuándo desaparecerá ese gran dolor insoportable y cuando estará nuestro ser querido otra vez a nuestro lado para llevar la misma vida que teníamos antes juntos. Pero esto ya no es posible, y aceptarlo será el gran logro de nuestro camino por el duelo.
En fechas señaladas como el primer cumpleaños, Navidades o el aniversario del fallecimiento, sentiremos gran dolor y creeremos no poder resistirlo. Intentemos vivir el día a día sin hacer demasiados planes para el futuro afrontando los problemas cuando lleguen, no antes.
El cansancio, la pérdida de memoria y la falta de concentración mejorarán gradualmente y poco a poco la intensidad del dolor se atenuará. Algunos días estaremos mejor que otros, no tengamos prisa, pero tampoco nos quedemos estancados. Es imposible que nadie lleve el dolor por nosotros pues es intransferible, ¡pero no tenemos que hacerlo en soledad!.
Todos sabemos que la vida jamás será la misma tras la muerte de nuestro hijo, la pareja, la madre o hermano... en definitiva de nuestro ser amado.
Ayudas para mejorar
Una gran ayuda es el apoyo y comprensión de otras personas que han vivido la misma experiencia y al transmitirla después nosotros también, nos será devuelta con creces. Esto es, la mutua ayuda. Con esta actitud y elección de vida honraremos a nuestro ser querido. Por su recuerdo y amor nos ofrecen la oportunidad de llevarlos desde nuestro corazón a los demás. Será un modo de llenar nuestra vida, vacía tras su marcha, al compartir con otros que sufren nuestra sabiduría, fuerza y ese Amor que sentimos ¡interminable! por ellos.
Estos serán los nuevos pilares que ayudarán a reconstruir ese futuro, ahora incierto, de nuestra vida, nuestra familia y de aquellos a quienes ayudemos.
Fuente del artículo: http://www.amad.es/index.html
A.M.A.D. Asociación de mutua ayuda ante el duelo