Y más adelante nos
advierte: Al igual que un hombre se quita
un vestido viejo y se pone otro nuevo, el Espíritu abandona su cuerpo mortal
para tomar otro nuevo.
Esta
argumentación resulta de interés para un estudio filosófico teórico, pero en el
caso de Sócrates llama la atención otro factor importante para estudiar y es la
forma de llevar a la práctica lo que en vida predicaba. Dicho ejemplo lo sugirió
también Confucio en una oportunidad: El
más elevado tipo de hombre es el que obra antes de hablar y práctica lo que
profesa. Sócrates comienza a destacar que el verdadero filósofo debe practicar
lo que enseña, actuar de acuerdo con la virtud y además afrontar a la muerte
con valentía, ya que a este tipo de individuo les esperaría una vida mejor
junto a los dioses el día de su partida del mundo material. Así le comunicó a sus
amigos Simmias y Cebes (principales interlocutores del Fedón):
[…]De modo que por eso no me irrito en tal manera, sino que estoy bien
esperanzado de que hay algo para los muertos y que es, como se dice desde
antiguo, mucho mejor para los buenos que para los malos.
Y luego le dijo a
Simmias: […]Me resulta lógico que un
hombre que de verdad ha dedicado su vida a la filosofía, en trance de morir,
tenga valor y esté bien esperanzado de que allá va a obtener los mayores
bienes, una vez que muera.
En
el Fedón se logra alcanzar una
separación radical entre cuerpo y alma. Se le da una imagen al cuerpo de cárcel
y, posterior a la muerte, el alma quedará liberada de estas ataduras que no
dejan que podamos percibir la realidad de las cosas, ya que los sentidos nos
causan un estorbo constante y no permiten que el alma pueda concebir totalmente
la verdad. Sobre este punto resulta importante comparar lo que dice El Bhagavad
Guita: La impetuosa voluptuosidad de los
sentidos arrastra la mente hacia las cosas externas, perturbando así a los
hombres sabios, buscadores de la perfección.
El
aprisionamiento del alma, explica Sócrates, se debe al deseo, de tal modo que
el propio encadenado puede ser colaborador de su estar aprisionado. Los antiguos
Upanishads también nos explican que la mente impura está determinada por los
deseos, en cambio la pura carece de ellos.
El Baghavad Guita nos indica también: Cuando
un hombre se libera de todos los deseos que anidaban en su corazón, y por la
gracia de Dios encuentra la dicha divina, entonces su alma descansa en paz. Mircea Eliade lo
explica claramente en su libro Yoga,
Inmortalidad y Libertad: Los deseos
no son eternos; luego, no pertenecen al espíritu. El espíritu es eternamente
libre. El budismo también nos trasmite esta
idea: El dolor es inherente a la
ek-sistencia, esto es, al deseo de ser, a la sed en cualquiera de sus formas.
Para el pensamiento budista, el deseo es el origen de dukkha (el sufrimiento).
En
el Fedro, Platón nos habla, a través de Sócrates, sobre la inmortalidad y cómo
el alma puede parecerse a un auriga que maneja dos caballos, uno bueno y
hermoso y el otro todo lo contrario. No así el de los dioses que posee aurigas
buenos y de buena casta.
En los Upanishads, en su Tercer Valli, también nos hablan de la imagen del
auriga y los caballos, de la siguiente manera:
“3.Conoce el Ser que se sienta en el carro: Su cuerpo
es el carro, el intelecto el auriga y la mente las riendas.
4.
Los sentidos son los caballos y los objetos de los sentidos los caminos que
aquellos toman. Cuando aquel (el Ser Supremo) está en perfecta unión con el
cuerpo, los sentidos y la mente, los sabios llaman a ese estado la dicha
suprema.”
Platón
utiliza el argumento de compensación de los contrarios que se basa en una
antigua concepción griega, incluso anterior al mismo Heráclito, quien le otorgó
una visión dialéctica, en la que la tensión entre los elementos opuestos se
unifican a niveles superiores.
Según ésta, los contrarios proceden unos de otros; para que haya vida tiene que
existir muerte y para que haya muerte tiene que haber vida, lo mismo se expone
con el sueño y la vigilia. Entonces los vivos proceden de los muertos, de la
misma forma que éstos proceden de aquéllos.
[…] Por ejemplo la belleza es lo contrario a la fealdad y lo justo de lo
injusto, y a otras innumerables les sucede lo mismo. Examinemos, pues, lo
siguiente: si necesariamente todos los seres que tienen un contrario no se
originan nunca de ningún otro lugar sino de su mismo contrario, por ejemplo,
cuando se origina algo mayor, ¿es necesario, sin duda, que nazca de algo que era
antes menor y luego se hace mayor?
Aquí es interesante
señalar que una concepción similar se venía manejando en la China con el Yin
Yang, que fue popularizado en el Taoismo con Lao Tsé, y también manejado en el
Confucianismo; aquí el universo es un producto que emerge de la unidad
primordial, y todo cuanto está en él contiene a la polaridad como dinámica
esencial de su existencia: positivo y negativo, oscuro y luminoso, femenino y masculino.
La postura platónica
referente a la reminiscencia nos conlleva a pensar que hemos tenido que
aprender en un tiempo anterior, o en una vida precedente, aquello de lo que nos
recordamos ahora. Antes de nacer, el alma conoció la Igualdad, la Belleza, la Justicia, la Bondad y
todo lo que le resta a nuestra existencia. Y partiendo de que existen las ideas
y que el conocimiento es recuerdo de éstas, entonces nuestras almas existían ya
antes de tener forma humana y tenían la capacidad de pensar.
En cuanto a la percepción
alma-cuerpo se observa una postura dualista, Platón hace una clara
diferenciación entre la entidad espiritual y la envoltura carnal: lo material,
correspondiente al cuerpo, es mortal, sensible, compuesto, soluble y nunca
inmutable; y lo inmaterial, que corresponde al alma, posee una naturaleza muy
semejante a lo divino, inmortal, inteligible, simple, indisoluble y siempre
invariable. Por lo tanto, se trata de una concepción dicotómica, entre el alma
y el cuerpo que se hallan vinculados temporalmente.
También se percibe un
trasfondo ético y moral en el que el desarrollo de la virtud en el individuo le
llevará a un nivel de vida superior o inferior en el más allá. El alma de los
hombres virtuosos, después de desencarnar, se dirigirá a un lugar divino,
inmortal y lleno de sabiduría donde vivirá feliz y libre de todo error, lejos
de ignorancias y terrores, pero si no se aleja del cuerpo, manchado e impuro, y
se aferra únicamente a los goces materiales, a la comida, la bebida y los
placeres del amor, no tendrá la misma suerte.
Se puede percibir cómo la
concepción platónica del alma contiene una profunda influencia de los
Pitagóricos, quienes a su vez manejaban conceptos provenientes del Orfismo, un
movimiento o corriente religiosa relacionada con Orfeo, el maestro de los
encantos, y que en la antigua Grecia fue considerada una especie de secta, y
colocaron así en tela de juicio a la religión imperante de los griegos. Dicha
corriente concebía un cuerpo con un alma indestructible que sobrevivía al
proceso de la muerte y recibía premios o castigos, según su comportamiento en
vida; por esta razón el iniciado tenía la obligación de mantenerse puro para su
salvación. El cuerpo era considerado simplemente una vestimenta, una prisión o
incluso una tumba para el alma. Los seguidores de Orfeo tomaban el viaje que él
realizó al Hades en búsqueda de su amada Eurídice y el posterior
desmembramiento del que fue víctima por las Ménades, adoradoras del dios
Dionisio, como una simbología del camino iniciático del alma hacia la
liberación de la pesada materia que los recubría.
Pero
de Pitágoras se tienen muchas teorías acerca del origen de sus conocimientos;
es probable que haya realizado viajes a Egipto, Babilonia y la India, donde había entrado
en contacto con los conocimientos matemáticos, religiones y costumbres de esas
regiones, lo cual llevaría a fortalecer su doctrina y, desde luego, a su
escuela. Existen evidencias de que en otras culturas también se conocía el
teorema matemático de Pitágoras; por ejemplo, los hindúes claramente enuncian
una regla equivalente a este teorema; en el documento Sulva (Sutra, que data
del siglo VII a. C.) los babilonios aplicaban el teorema 2.000 años antes de Cristo,
pero se desconoce de la existencia de una demostración. A su vez, los egipcios
conocían el triángulo y la aplicación de éste para sus construcciones. Debemos
recordar que Pitágoras fue contemporáneo con Buda, en la India, con Lao Tsé y
Confucio, en la China; de la misma forma se piensa que al haber visitado estos
lugares se impregnó del Zoroastrismo y del Hinduismo.
Por todo lo antes expuesto, puede observarse
la similitud de la filosofía platónica expresada en el Fedón con muchos conceptos de la filosofía oriental en cuanto a la
concepción del alma inmortal, la cual sobrevive a la muerte para ir a un lugar
de beneplácito en el caso de haber sido en vida una persona de buenos
principios morales, además de no haberse dejado llevar en extremo por los
placeres de la carne y el deseo, que sólo atan más el alma al cuerpo e impiden
que ésta pueda evolucionar.
En
la actualidad, con el proceso de globalización mundial, la filosofía oriental
se ha diseminado por el mundo y el yoga mantiene una actualidad latente con la
difusión que ejerció el Swami Vivekananda y el siempre recordado Paramajansa
Yogananda, al traer de la India
para América este legado milenario; similar aceptación poseen las corrientes Taoístas
y Confucionistas, así como sucede con el budismo y en especial el Tibetano que
fue expandido por el mundo después que la China invadió al Tíbet, en tiempos de
Mao, y esto obligó a muchos monjes a escapar hacia diversos países occidentales
y propagar sus conocimientos espirituales.
Visto
el presente análisis, pudiéramos aseverar que la visión Platónica del Fedón se muestra impregnada de este tipo
de pensamientos orientales; también diríamos que en la actualidad esta
filosofía se halla en total vigencia en cuanto a la concepción del alma, y que
por ende puede brindar un aporte esencial en el proceso de cambio de conciencia
que se está gestando de alguna manera dentro de nuestra sociedad que se encuentra
en desmoronamiento por causa del materialismo excesivo que, aparte de
contaminar y destruir al planeta progresivamente, crea más egoísmo, orgullo,
ambición y falta de comunicación interpersonal; es decir, que esta
transformación personal a través del pensamiento filosófico, como lo mostró
Sócrates, pudiera ayudar fácilmente a combatir los factores que enturbian la
mente y alejan a las personas de su verdadera naturaleza espiritual.
Por: Ernesto Marrero Ramírez
03/02/2012
ernestomarreroramirez@gmail.com
ernestomarreroramirez.blospot.com
vivirytrascender.blogspot.com
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Véase BERNABÉ Alberto, traducción y notas: De Tales a
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