La revisión de nuestras vidas
En las experiencias cercanas a la muerte (ECM) o también llamadas experiencias en el umbral de de la muerte, cada vez son más los casos de personas que dicen haber realizado una revisión de su vida ante un ser que los impregnaba de un amor indescriptible. En algunos casos explicaban que no sólo podían revivir lo que habían sentido en ese instante, sino que también percibían las emociones de aquellos con quienes habían compartido algún acontecimiento. En sí, podían tener una vivencia agradable o penosa, según haya sido su comportamiento.
En esos instantes podemos observar nuestras virtudes y defectos, qué aprendimos y qué pruebas nos faltaron por superar; es un momento de introspección profundo donde logramos captar que, en definitiva, nuestra existencia terrenal es una escuela a la que venimos a aprender de nuestras experiencias, donde podemos llegar a liberar nuestra mente o atarnos a ella. Con razón Krishnamurti dijo en una oportunidad que la libertad en el individuo no consiste en hacer simplemente lo que se quiere, sino en comprender nuestros factores de dependencia.
En su libro Evidencias del más allá, el doctor Jeffrey Long nos narra la siguiente revisión vital que experimentó Mark:
No tengo claro cómo empezamos; sólo sé que el resultado de aquel primer mensaje fue que yo empecé a tener una serie de sentimientos sobre mi vida. Fue como aquello que dicen de que “ves pasar tu vida entera”, o una revisión vital, como he oído llamarlas después. Yo lo describiría como una larga serie de sentimientos basados en numerosos actos de mi vida. La diferencia era que yo no sólo volvía a tener los sentimientos, sino que tenía una especie de sensación empática de los sentimientos de las personas que me rodeaban y a las que afectaban mis actos: Dicho de otro modo, yo sentía también lo que sentían otros acerca de mi vida. De todos estos sentimientos, el más abrumador procedía de mi madre.
Me adoptaron siendo recién nacido. Yo había sido algo revoltoso. De pequeño, a veces hacía daño a otros niños, y de mayor me di a las drogas y al alcohol, robaba, conducía temerariamente, tenía malas notas, practicaba el vandalismo, trataba con crueldad a mi hermana, a los animales… y más cosas. Volví a vivir todos aquellos actos de manera resumida, con sus sentimientos asociados, tanto los míos como los de las otras partes afectadas. Pero lo más profundo era una sensación extraña que procedía de mi madre. Yo sentía cómo se sentía ella al enterarse de mi muerte. Estaba desconsolada y sufría mucho, pero todo aquello se mezclaba con sentimientos acerca de los muchos problemas que había provocado yo. Yo me llevaba la sensación de que era una tragedia terminar la vida tan pronto, sin haber hecho en realidad nada de bueno.
Aquel sentimiento me dejó una sensación de que tenía cosas por hacer en la vida. El dolor que sentía en mi madre y en mis amigos era intenso. Yo, a pesar de mi vida agitada, tenía muchos amigos, algunos de ellos íntimos. Yo era muy conocido, aunque tuviera mala fama, y percibí que se decían muchas cosas sobre mi vida y mi muerte. La sensación de mi madre era abrumadora.
El doctor Raymond Moody, Jr., también nos relata en su libro Vida después de la vida un análisis de estas revisiones en el cual explica que, en muchos casos, se puede percibir un intento educativo por parte de un ser luminoso que guía este proceso de visión retrospectiva donde, al parecer, se resaltan dos factores indispensables: el aprender a amar a nuestro prójimo y adquirir conocimientos. En uno de los relatos nos muestra el siguiente episodio:
Cuando apareció la luz, lo primero que me dijo fue: “¿Qué tienes que enseñarme de lo que has hecho con tu vida?”, o algo parecido. En ese momento comienzan las visiones retrospectivas. Me pregunté qué estaba sucediendo, pues de repente había regresado a mi infancia. A partir de ese instante fue como si pasara desde mi primera infancia, año a año, hasta aquel momento.
[…] Trataba de enseñarme algo en cada uno de los episodios. No estaba tratando de ver lo que estaba haciendo (ya lo sabía), sino que elegía determinados momentos de mi vida y los ponía frente a mí para que tuviera que recordarlos.
A través de todos ellos seguía poniendo de relieve la importancia del amor […]. Me señaló que debía intentar hacer cosas para otras personas, que debía intentarlo al máximo. Sin embargo, no era una acusación ni nada que pudiera parecérsele. Cuando pasábamos por episodios en los que había sido egoísta, su actitud era que debía aprender también de estos.
Otra de las cosas que le interesaba mucho era el conocimiento. Me señaló las cosas que debía hacer con lo aprendido y dijo que iba a continuar aprendiendo, y que cuando regresara (pues en esos momentos ya me había dicho que iba a hacerlo) habría siempre una búsqueda de conocimiento. Dijo que es un proceso continuo, por lo que tuve la sensación de qué prosigue después de la muerte. Creo que mientras veíamos las escenas estaba tratando de enseñarme.
En otro de los relatos nos presenta la historia de un joven veterano de guerra que vivió una experiencia de esta índole después de haber sido ametrallado en Vietnam y considerado muerto:
Mientras servía en Vietnam recibí varias heridas, más tarde me consideraron “muerto” por causa de ellas, aunque en todo momento era consciente de lo que estaba ocurriendo. Recibí seis impactos de ametralladora, pero no me sentí preocupado. Reviví en mi mente el instante en que fui herido. No estaba atemorizado y me sentía muy a gusto.
En aquel momento mi vida pasó frente a mí como una película, regresé al tiempo en que era niño, desde donde las imágenes fueron progresando a través de toda mi vida.
Puedo recordarlo todo, pues era muy vívido. Pasaba con gran claridad frente a mí. En poco tiempo pasé de las primeras cosas que podía recordar hasta aquel momento. No era nada desagradable y no me lamenté ni tuve sentimientos de culpa.
Si he de hacer una comparación, lo mejor que encuentro es una serie de cuadros como diapositivas. Es como si alguien estuviese pasándome diapositivas a gran velocidad.
Si lográramos tomar conciencia de que después de esta vida nos espera otra donde vamos a evaluar con detenimiento las experiencias que vivimos en este mundo y lo que aprendimos de ella; si entendiéramos que el amor es la partícula elemental que todo lo mueve; si aceptáramos que esta existencia es temporal y que sólo venimos de paso a conocernos mediante lecciones que la vida nos provee diariamente, nos volveríamos más altruistas y menos apegados a los objetos materiales porque entenderíamos que en cualquier momento tendríamos que dejarlos para partir al mundo del espíritu.
El egoísmo, la envidia, la avaricia, los resentimientos y el odio serían factores que trataríamos de combatir porque, en definitiva, pertenecen a una naturaleza inferior que debe ser superada a través de la reflexión de nuestras acciones pasadas y la profunda aceptación de nuestros errores para tomar correctivos y continuar nuestro progreso hacia un camino de autoconocimiento. Sören Kierkegaard dijo en una oportunidad: la vida sólo puede ser comprendida mirando hacia atrás, pero ha de ser vivida mirando hacia adelante. Y éste es el punto a seguir: aprender de nuestras acciones y reenfocar una vida más cónsona con dicho análisis personal.
El filósofo alemán Friedrich Nietzsche hablaba constantemente sobre la superación de nuestra naturaleza inferior a la que se refería como la bestia y alcanzar el estado de superhombre o una naturaleza superior. En sus propias palabras dijo: El hombre es la cuerda tendida entre el animal y el superhombre; una cuerda tendida sobre un abismo. Es decir, que a veces podemos comportarnos como salvajes, de forma irracional y descontrolada, pero otras veces podemos ser sublimes y crear obras de arte excelsas y gloriosas, realizar actos filantrópicos que pueden ayudar a la humanidad y hasta dar nuestras vidas por sostener en la cima nuestros ideales o simplemente por salvar a otro ser humano que esté en peligro. Pero el lado oscuro también está latente y, al estilo del Dr. Jeckyll y Mr. Hyde, podemos actuar como tiranos déspotas y crueles, asesinos en serie o violadores. A esa cuerda se refería este filósofo y al abismo en que podemos caer en cualquier momento. Pero fue más conciso cuando indicó: Yo os muestro al superhombre. El hombre es algo que debe ser superado ¿qué habéis hecho vosotros para superarlo? Aunque el superhombre de Nietzsche está movido por la voluntad de poder, y esta visión fue mal interpretada y manipulada por el nazismo, pudiéramos también aplicarlo a un proceso de depuración de nuestros instintos más bajos y trascender a un nivel donde la ética y el amor se conviertan en los baluartes que soporten nuestras vidas.
Si comprendemos el mensaje que nos dejó San Antonio de Padua en la que nos instaba a ver la vida como un puente por el que todos tenemos la obligación de cruzar, pudiéramos alcanzar un estado al que yo llamo: Conciencia de transitoriedad; es decir, un nivel de clara percepción de la temporalidad de la vida es este plano material con lo cual consiguiéramos despertar del letargo que nos produce esta sociedad engañosa donde estamos movidos por un deseo constante y la muerte es vista como tabú.
Dicho estado de transitoriedad nos invita a reflexionar constantemente sobre la manera de hacernos más humanos y humanistas, de buscar formas que nos permitan plasmar nuestros sueños más profundos y de percibir esta existencia como una oportunidad para crecer y entregar lo mejor de nosotros a las generaciones futuras porque, en definitiva, somos viajeros de paso que venimos a este mundo y al marcharnos podremos materializar un aporte que sirva de sustento para los que nos precedan.
En una frase corta, pero concisa, resumió Martin Luther King la razón y pasión de la existencia en este mundo. Un mensaje que con seguridad nos dejará satisfechos al momento de tener que hacer una revisión de nuestras vidas: Si el hombre no ha descubierto nada por lo que morir, no es digno de vivir.
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