Frases

¿Cómo te gustaría que te sorprendiese la muerte? En lo que a mí respecta, yo quisiera que me sorprendiese ocupado en algo grande y generoso, en algo digno de un hombre y útil a los demás; no me importaría tampoco que me sorprendiese ocupado en corregirme y atento a mis deberes, con el objeto de poder levantar hacia el cielo mis manos puras y decir a los dioses: “He procurado no deshonraros ni descuidar aquellas facultades que me disteis para que pudiera conoceros y serviros. Éste es el uso que he hecho de mis sentidos y de mi inteligencia […]

Epicteto

viernes, 20 de enero de 2012

La revisión de nuestras vidas

La revisión de nuestras vidas
 
En las experiencias cercanas a la muerte (ECM) o también llamadas experiencias en el umbral de de la muerte, cada vez son más los casos de personas que dicen haber realizado una revisión de su vida ante un ser que los impregnaba de un amor indescriptible. En algunos casos explicaban que no sólo podían revivir lo que habían sentido en ese instante, sino que también percibían las emociones de aquellos con quienes habían compartido algún acontecimiento. En sí, podían tener una vivencia agradable o penosa, según haya sido su comportamiento.
  
En esos instantes podemos observar nuestras virtudes y defectos, qué aprendimos y qué pruebas nos faltaron por superar; es un momento de introspección profundo donde logramos captar que, en definitiva, nuestra existencia terrenal es una escuela a la que venimos a aprender de nuestras experiencias, donde podemos llegar a liberar nuestra mente o atarnos a ella. Con razón Krishnamurti dijo en una oportunidad que la libertad en el individuo no consiste en hacer simplemente lo que se quiere, sino en comprender nuestros factores de dependencia.

En su libro Evidencias del más allá, el doctor Jeffrey Long nos narra la siguiente revisión vital que experimentó Mark:

No tengo claro cómo empezamos; sólo sé que el resultado de aquel primer mensaje fue que yo empecé a tener una serie de sentimientos sobre mi vida. Fue como aquello que dicen de que “ves pasar tu vida entera”, o una revisión vital, como he oído llamarlas después. Yo lo describiría como una larga serie de sentimientos basados en numerosos actos de mi vida. La diferencia era que yo no sólo volvía a tener los sentimientos, sino que tenía una especie de sensación empática de los sentimientos de las personas que me rodeaban y a las que afectaban mis actos: Dicho de otro modo, yo sentía también lo que sentían otros acerca de mi vida. De todos estos sentimientos, el más abrumador procedía de mi madre.

Me adoptaron siendo recién nacido. Yo había sido algo revoltoso. De pequeño, a veces hacía daño a otros niños, y de mayor me di a las drogas y al alcohol, robaba, conducía temerariamente, tenía malas notas, practicaba el vandalismo, trataba con crueldad a mi hermana, a los animales… y más cosas. Volví a vivir todos aquellos actos de manera resumida, con sus sentimientos asociados, tanto los míos como los de las otras partes afectadas. Pero lo más profundo era una sensación extraña que procedía de mi madre. Yo sentía cómo se sentía ella al enterarse de mi muerte. Estaba desconsolada y sufría mucho, pero todo aquello se mezclaba con sentimientos acerca de los muchos problemas que había provocado yo. Yo me llevaba la sensación de que era una tragedia terminar la vida tan pronto, sin haber hecho en realidad nada de bueno.

Aquel sentimiento me dejó una sensación de que tenía cosas por hacer en la vida. El dolor que sentía en mi madre y en mis amigos era intenso. Yo, a pesar de mi vida agitada, tenía muchos amigos, algunos de ellos íntimos. Yo era muy conocido, aunque tuviera mala fama, y percibí que se decían muchas cosas sobre mi vida y mi muerte. La sensación de mi madre era abrumadora.[1]

El doctor Raymond Moody, Jr., también nos relata en su libro Vida después de la vida un análisis de estas revisiones en el cual explica que, en muchos casos, se puede percibir un intento educativo por parte de un ser luminoso que guía este proceso de visión retrospectiva donde, al parecer, se resaltan dos factores indispensables: el aprender a amar a nuestro prójimo y adquirir conocimientos. En uno de los relatos nos muestra el siguiente episodio:

Cuando apareció la luz, lo primero que me dijo fue: “¿Qué tienes que enseñarme de lo que has hecho con tu vida?”, o algo parecido. En ese momento comienzan las visiones retrospectivas. Me pregunté qué estaba sucediendo, pues de repente había regresado a mi infancia. A partir de ese instante fue como si pasara desde mi primera infancia, año a año, hasta aquel momento.

[…] Trataba de enseñarme algo en cada uno de los episodios. No estaba tratando de ver lo que estaba haciendo (ya lo sabía), sino que elegía determinados momentos de mi vida y los ponía frente a mí para que tuviera que recordarlos.

A través de todos ellos seguía poniendo de relieve la importancia del amor […]. Me señaló que debía intentar hacer cosas para otras personas, que debía intentarlo al máximo. Sin embargo, no era una acusación ni nada que pudiera parecérsele. Cuando pasábamos por episodios en los que había sido egoísta, su actitud era que debía aprender también de estos.

Otra de las cosas que le interesaba mucho era el conocimiento. Me señaló las cosas que debía hacer con lo aprendido y dijo que iba a continuar aprendiendo, y que cuando regresara (pues en esos momentos ya me había dicho que iba a hacerlo) habría siempre una búsqueda de conocimiento. Dijo que es un proceso continuo, por lo que tuve la sensación de qué prosigue después de la muerte. Creo que mientras veíamos las escenas estaba tratando de enseñarme.[2]

En otro de los relatos nos presenta la historia de un joven veterano de guerra que vivió una experiencia de esta índole después de haber sido ametrallado en Vietnam y considerado muerto:

Mientras servía en Vietnam recibí varias heridas, más tarde me consideraron “muerto” por causa de ellas, aunque en todo momento era consciente de lo que estaba ocurriendo. Recibí seis impactos de ametralladora, pero no me sentí preocupado. Reviví en mi mente el instante en que fui herido. No estaba atemorizado y me sentía muy a gusto.

En aquel momento mi vida pasó frente a mí como una película, regresé al tiempo en que era niño, desde donde las imágenes fueron progresando a través de toda mi vida.

Puedo recordarlo todo, pues era muy vívido. Pasaba con gran claridad frente a mí. En poco tiempo pasé de las primeras cosas que podía recordar hasta aquel momento. No era nada desagradable y no me lamenté ni tuve sentimientos de culpa.

Si he de hacer una comparación, lo mejor que encuentro es una serie de cuadros como diapositivas. Es como si alguien estuviese pasándome diapositivas a gran velocidad.[3]

Si lográramos tomar conciencia de que después de esta vida nos espera otra donde vamos a evaluar con detenimiento las experiencias que vivimos en este mundo y lo que aprendimos de ella; si entendiéramos que el amor es la partícula elemental que todo lo mueve; si aceptáramos que esta existencia es temporal y que sólo venimos de paso a conocernos mediante lecciones que la vida nos provee diariamente, nos volveríamos más altruistas y menos apegados a los objetos materiales porque entenderíamos que en cualquier momento tendríamos que dejarlos para partir al mundo del espíritu.
 
El egoísmo, la envidia, la avaricia, los resentimientos y el odio serían factores que trataríamos de combatir porque, en definitiva, pertenecen a una naturaleza inferior que debe ser superada a través de la reflexión de nuestras acciones pasadas y la profunda aceptación de nuestros errores para tomar correctivos y continuar nuestro progreso hacia un camino de autoconocimiento. Sören Kierkegaard dijo en una oportunidad: la vida sólo puede ser comprendida mirando hacia atrás, pero ha de ser vivida mirando hacia adelante[4]. Y éste es el punto a seguir: aprender de nuestras acciones y reenfocar una vida más cónsona con dicho análisis personal.

El filósofo alemán Friedrich Nietzsche hablaba constantemente sobre la superación de nuestra naturaleza inferior a la que se refería como la bestia y alcanzar el estado de superhombre o una naturaleza superior. En sus propias palabras dijo: El hombre es la cuerda tendida entre el animal y el superhombre; una cuerda tendida sobre un abismo[5]. Es decir, que a veces podemos comportarnos como salvajes, de forma irracional y descontrolada, pero otras veces podemos ser sublimes y crear obras de arte excelsas y gloriosas, realizar actos filantrópicos que pueden ayudar a la humanidad y hasta dar nuestras vidas por sostener en la cima nuestros ideales o simplemente por salvar a otro ser humano que esté en peligro. Pero el lado oscuro también está latente y, al estilo del Dr. Jeckyll y Mr. Hyde, podemos actuar como tiranos déspotas y crueles, asesinos en serie o violadores. A esa cuerda se refería este filósofo y al abismo en que podemos caer en cualquier momento. Pero fue más conciso cuando indicó: Yo os muestro al superhombre. El hombre es algo que debe ser superado ¿qué habéis hecho vosotros para superarlo?[6] Aunque el superhombre de Nietzsche está movido por la voluntad de poder, y esta visión fue mal interpretada y manipulada por el nazismo, pudiéramos también aplicarlo a un proceso de depuración de nuestros instintos más bajos y trascender a un nivel donde la ética y el amor se conviertan en los baluartes que soporten nuestras vidas.

Si comprendemos el mensaje que nos dejó San Antonio de Padua en la que nos instaba a ver la vida como un puente por el que todos tenemos la obligación de cruzar, pudiéramos alcanzar un estado al que yo llamo: Conciencia de transitoriedad; es decir, un nivel de clara percepción de la temporalidad de la vida es este plano material con lo cual consiguiéramos despertar del letargo que nos produce esta sociedad engañosa donde estamos movidos por un deseo constante y la muerte es vista como tabú.

Dicho estado de transitoriedad nos invita a reflexionar constantemente sobre la manera de hacernos más humanos y humanistas, de buscar formas que nos permitan plasmar nuestros sueños más profundos y de percibir esta existencia como una oportunidad para crecer y entregar lo mejor de nosotros a las generaciones futuras porque, en definitiva, somos viajeros de paso que venimos a este mundo y al marcharnos podremos materializar un aporte que sirva de sustento para los que nos precedan.
 
En una frase corta, pero concisa, resumió Martin Luther King la razón y pasión de la existencia en este mundo. Un mensaje que con seguridad nos dejará satisfechos al momento de tener que hacer una revisión de nuestras vidas: Si el hombre no ha descubierto nada por lo que morir, no es digno de vivir.[7]

Por: Ernesto Marrero Ramírez.

[1] Long Jeffrey: Evidencias del más allá, Editorial EDAF, Madrid 2011, p.124
[2] Moody, Jr. Raymond: Vida después de la vida, Editorial EDAF, Madrid 1977, p 77
[3] Moody, Jr. Raymond: Vida después de la vida, Op cit, p. 81
[4] Proverbia.net, http://www.proverbia.net/citasautor.asp?autor=550
[5] Véase Nietzsche Friedrich: Así hablaba Zaratustra, Editorial EDAF, Madrid 2008, p.42
[6] Véase Nietzsche Friedrich: Así hablaba Zaratustra, Op. cit, p.40
[7] Proverbia.net, http://www.proverbia.net/citastema.asp?tematica=37&page=6

viernes, 13 de enero de 2012

¿Existe vida después de la muerte?


 
 
A continuación expondré las opiniones de dos grandes colosos de los estudios de las ECM (Experiencias cercanas a la muerte), como lo han sido el doctor RaymondMoody, Jr. y la doctora Elizabeth Kübler-Ross. Estos razonamientos se encuentran sustentados en una serie de estudios en personas que han fallecido clínicamente, pero que después de varios minutos de haber sido declarados muertos han sido revividos con intervención médica o simplemente han vuelto de forma espontánea cuando ya se creía que no había nada más que hacer, pero lo interesante es que han regresado para relatarnos sus increíbles y esperanzadoras historias. Por eso es completamente falso un dicho que se repite con frecuencia de que nadie ha vuelto de la muerte para relatarnos lo que han visto. Pues, como lo aseveran estos investigadores, sí lo han hecho y sus relatos han dado pie para realizar múltiples investigaciones y extraer conclusiones prácticamente irrefutables sobre la existencia del alma después de la muerte.
A pesar de que las experiencias de estas personas suelen tener sus características muy particulares, pueden establecerse semejanzas que van manejarse como un denominador común en la mayoría de los casos estudiados.
El doctor Raymond Moody nos explica en su libro Vida después de la vida una secuencia característica al momento del deceso o del tránsito hacia el mundo de los desencarnados:
Un hombre está muriendo y, cuando llega al punto de mayor agotamiento o dolor físico, oye que su doctor lo declara muerto. Comienza a escuchar un ruido desagradable, un zumbido chillón, y al mismo tiempo siente que se mueve rápidamente por un túnel largo y oscuro. A continuación se encuentra de repente fuera de su cuerpo físico, pero todavía en el entorno inmediato, viendo su cuerpo desde fuera, como un espectador. Desde esa posición ventajosa observa un intento de resucitarlo y se encuentra en un estado de excitación nerviosa.
Al rato se sosiega y se empieza a acostumbrar a su extraña condición. Se da cuenta que sigue teniendo un cuerpo, aunque es de diferente naturaleza y tiene unos poderes distintos a los del cuerpo físico que ha dejado atrás. En seguida empieza a ocurrir algo. Otros vienen a recibirle y ayudarle. Ve los espíritus de parientes y amigos que ya habían muerto y aparece ante él un espíritu amoroso y cordial que nunca antes había visto (un ser luminoso). Este ser sin lenguaje, le pide que evalúe su vida y le ayuda mostrándole una panorámica instantánea de los acontecimientos más importantes. En determinado momento se encuentra aproximándose a una especie de barrera o frontera que parece representar el límite entre la vida terrena y la otra. Descubre que debe regresar a la Tierra, que el momento de su muerte no ha llegado todavía. Se resiste, pues ha empezado a acostumbrarse a las experiencias de la otra vida y no quiere regresar. Está inundado de intensos sentimientos de alegría, amor y paz. A pesar de su actitud, se reúne con su cuerpo físico y vive.
La doctora Elizabeth Kübler-Ross también narra en su libro La muerte: un amanecer una exposición donde agrupa factores comunes que narran estas personas en sus experiencias en el umbral de la muerte:
En el momento de la muerte vivimos la total separación de nuestro verdadero yo inmortal de su casa temporal, es decir del cuerpo físico. Este yo inmortal es llamado también alma o entidad. Si nos expresamos simbólicamente, como lo hacemos con los niños, podríamos comparar este yo liberado, del cuerpo terrestre, con la mariposa que ha abandonado su capullo de seda. Desde el momento en que dejamos nuestro cuerpo físico nos damos cuenta de que no sentimos ya ni pánico ni miedo ni ansiedad. Nos percibimos nosotros como una entidad física integral. Siempre tenemos conciencia del lugar de la muerte, ya se trate de la habitación donde transcurrió la enfermedad, de nuestro propio dormitorio en el que tuvimos el infarto o del lugar del accidente de automóvil o avión. Reconocemos muy claramente a las personas que forman parte de un equipo de reanimación o de un grupo que intenta sacar los restos de un cuerpo del coche accidentado. Estamos capacitados para mirar todo esto a una distancia de metros sin que nuestro estado mental esté verdaderamente implicado. Permitidme que hable de estado mental, aunque en la mayoría de los casos ya no estamos unidos a nuestro aparato de reflexión física o cerebro en funcionamiento.
Estas experiencias tienen lugar, a menudo, en el momento mismo en que las ondas cerebrales no pueden ser medidas para poder probar el funcionamiento del cerebro, o cuando los médicos no pueden  ya comprobar el menor signo de vida.
En el momento en que asistimos a nuestra propia muerte, oímos discusiones de las personas presentes, notamos sus particularidades, vemos sus ropas y conocemos sus pensamientos, sin que por ello sintamos una impresión negativa.
El cuerpo que ocupamos pasajeramente en ese momento, y que percibimos como tal, no es el cuerpo físico sino el cuerpo etérico. […] Si nos hubiese sido amputada una pierna, dispondremos de nuevo de nuestras dos piernas. Si fuimos sordomudos, podremos de nuevo oír, hablar y cantar. Si una esclerosis en placas nos clava en la silla de ruedas con trastornos en la vista, con problemas del lenguaje y parálisis en las piernas, podremos cantar y bailar.
Es comprensible que en muchos de nuestros enfermos reanimados con éxito no siempre agradezcan que su mariposa haya sido obligada a volver a la crisálida, puesto que con la vuelta a nuestras funciones físicas debemos aceptar de nuevo los dolores y las limitaciones que le son propias, mientras que en nuestro cuerpo etérico estábamos más allá de todo dolor y limitación.
Como se puede observar en ambos relatos, después de que al paciente se ha declarado clínicamente muerto su alma sale del cuerpo y se siente vivo, se pudiera aseverar que hasta más vivo que antes y con sus sentidos más claros. Son muchos los casos en que los ciegos logran describir las vestimentas de los médicos y el aparataje que utilizaron para tratar de revivirlos. También existen evidencias de personas que dicen haber visto a familiares o amigos que habían muerto recientemente, pero que ellos no estaban informados de su defunción.
Otro factor importante es que, en la mayoría de los casos, estas personas no quieren regresar a su cuerpo físico porque en el lugar en que se encuentran se sienten traspasados por una intensa experiencia de amor, que no pueden explicar con palabras terrenales; además se sienten libres de dolencias y con un cuerpo energético más perfecto y ligero que el que tenían en vida.
            En sí, son demasiado los relatos sobre estas experiencias en el umbral de la muerte para atreverse a negar su veracidad; más bien se convierte en una brecha muy grande para que un buen grupo de investigadores se incorpore a experimentar sobre esta frontera que divide la vida presente de la próxima.

jueves, 12 de enero de 2012

El pobre y el rey de oro

EL POBRE Y EL REY DE ORO
Anónimo Hindú

 
Un día un pobre hombre que vivía en la miseria y mendigaba de puerta en puerta, observó un carro de oro que entraba en el pueblo llevando un rey sonriente y radiante. El pobre se dijo de inmediato:
"Se ha acabado mi sufrimiento, se ha acabado mi vida de pobre. Este rey de rostro dorado ha venido aquí por mí. Me cubrirá de migajas de su riqueza y viviré tranquilo."
En efecto, el rey, como si hubiese venido a ver al pobre hombre, hizo detener el carro a su lado. El mendigo, que se había postrado en el suelo, se levantó y miró al rey, convencido de que había llegado la hora de su suerte. Entonces el rey extendió su mano hacia el pobre hombre y dijo:
¿Qué tienes para darme?
El pobre, muy desilusionado y sorprendido, no supo qué decir.
"¿Es un juego lo que el rey me propone? ¿Se burla de mí? ¿Es un nuevo pesar?" se dijo.
Entonces, al ver la persistente sonrisa del rey, su luminosa mirada y su mano tendida, el pobre metió su mano en la alforja, que contenía unos puñados de arroz. Cogió un grano de arroz y se lo dio al rey, que le dio las gracias y se fue enseguida, llevado por unos caballos sorprendentemente rápidos.
Al final del día, al vaciar su alforja, el pobre encontró un grano de oro.
Se puso a llorar diciendo:
¿Por qué no le habré dado todo mi arroz!

Moraleja:
El egoísmo y la ambición se retribuyen sobre nuestra existencia. Si queremos recibir abundancia no podemos dar codicia. Es imposible esperar que la vida nos colme de reconocimientos, presentes y gratificaciones sin haber entregado lo mejor de nosotros.

jueves, 5 de enero de 2012

El dolor de perder un ser querido

El dolor de perder un ser querido

No hay nada que nos pueda destruir más que la muerte de un ser querido, sobre todo si se trata de un hijo/a, la pareja, los padres...
Verdaderamente ante su falta, es cuando llegamos a comprender que no hay nada más terrible que la muerte. La herida de dolor que se abre es muy difícil de sanar.
Nos preguntamos mientras intentamos comprender la inmensidad de nuestra pérdida ¿qué hacer en una situación tan desconocida para nosotros?
Multitud de dudas, preguntas y miedos nos invaden y sentimos no poder resistir vivir una vida que, de repente, ha cambiado y nos sentimos totalmente desamparados para afrontar lo que nos parece un reto imposible.

Primeras Reacciones

Las primeras reacciones suelen ser de negación e incredulidad.
En cierto modo estas reacciones pueden contribuir a mitigar el gran golpe que nos produce la pérdida, pero pronto comenzamos a sentir la verdadera medida de nuestro dolor.
Es bastante común pensar que estamos perdiendo la razón y sentir grandes deseos de irnos con nuestro ser amado.
Ahora nada nos parece importante salvo su ausencia, ¡las cosas cotidianas de la vida carecen de valor!
Esto es muestra de la gran repercusión que sentimos en lo más profundo tras la muerte de nuestro ser amado y que harán emerger intensas emociones no experimentadas antes, como la sensación de que nosotros también hemos muerto por dentro junto a ellos.
Durante mucho tiempo nuestro ser querido estará constantemente en nuestra mente y seguramente sintamos gran soledad, vacío y una gran nostalgia por abrazarle y acariciarle de nuevo.
Muchas cosas nos lo recuerdan... lo que vemos, tocamos, oímos, olemos... despertando en nosotros una gran tristeza y sentimos una honda brecha en el centro de nuestro pecho.
A veces creemos oírles, verles. Esto también puede depender de nuestras creencias religiosas, morales o espirituales. Aún no teniendo ninguna creencia, es como si estuviéramos esperando que de un momento a otro vuelvan a entrar por la puerta y esto se debe a que involuntariamente no terminamos de creer ni aceptar que ha fallecido.

 La Familia, los Amigos: ¡No entienden!

Seguramente tengamos rabia por la insensibilidad de otras personas hacia como nos sentimos. A veces los familiares y amigos parecen esperar que nos comportemos con normalidad poco tiempo después de la pérdida.
Es frecuente notar que los demás están incómodos con nosotros y a veces actúan de forma que nos hace daño, como cuando evitan hablar de nuestro ser querido o no preguntan cómo nos sentimos. La mayoría de las veces no saben cómo actuar y tienen temor a recordarnos lo ocurrido. También sucede que si lo mencionamos nosotros, ellos cambian de tema.
Esto duele profundamente, pues en realidad necesitamos hablar de ellos, ¡estaríamos todo el día hablando de ellos!... lo que hacían, decían... cómo eran sus ojos, su pelo, su risa... No queremos que se nos olviden y deseamos que siempre fueran recordados por los demás.
Tendríamos que decir a nuestros amigos y familiares cómo nos sentimos y cuánto nos ayuda hablar de nuestro ser amado. De este modo facilitaremos soltar la tensión que se crea y aumentar el entendimiento entre todos.
Es muy beneficioso hablar abiertamente, sobre todo con los más cercanos como son nuestra pareja o los demás hijos, quienes también sufren muchísimo la pérdida del hermano fallecido, y que ahora no "encuentran" apenas a sus padres, pues están sufriendo tanto que casi no se dan cuenta del estado de ánimo de sus otros hijos.

Los recuerdos

Algunas veces tememos olvidar su aspecto físico o no recordar el sonido de su voz y ver sus fotografías, ropas y objetos personales, nos produce dolorosas emociones.
Es importante no tomar decisiones apresuradas y si es necesario guardemos sus pertenencias hasta que nos encontremos con fuerzas para mirarlas y tocarlas. ¡Pueden ser un tesoro que nos consuele!.
Aunque deberemos cuidar no convertir sus recuerdos personales en reliquias, o su habitación en un mausoleo, cayendo en un "culto al muerto" que si lo alargamos en el tiempo, no nos ayudará a sanar nuestro dolor.

 

Los demás, nuestra familia, el entorno

Todos sabemos que aumenta la alegría cuando la compartimos con familia y amigos, también es preciso saber que compartir el dolor hace que este se disminuya.
Por tanto ¡la mejor forma de ayudarse es compartiendo nuestro dolor con el otro! Una familia como mejor y más se ayudan es compartiendo ese dolor que está en cada uno de sus miembros.
Tenemos que hacer un esfuerzo por los otros hijos si los hay, y recordar que ellos también sufren. Suelen ser los grandes olvidados del duelo y necesitan el amor de los padres especialmente ahora.  Da igual si se trata de niños pequeños pues es muy importante no excluirlos del dolor que siente la familia. Ellos a su nivel entienden lo que está pasando, y si no contamos con ellos y los apartamos de todo pueden llegar a tener más confusión y temor, además de sentirse muy solos y desamparados. 

Las tensiones

Son tan intensas y profundas las emociones que se sienten cuando muere un ser querido que nos deja rotos. Nuestro estado de ánimo puede crear tensiones tanto en nuestro matrimonio como en otras relaciones. El entendimiento logrado durante nuestra relación y entorno familiar durante los años de convivencia, de una u otra forma van a pasar por una dura prueba.
Es muy importante comprender cuanto antes que cada uno lleva su dolor a su manera y ritmo, y una buena fórmula para que este proceso sea lo menos traumático posible, es tener gran comprensión, cariño y tolerancia, e intentar consolarse unos a otros, aunque a veces creamos que no podemos hacerlo y que el otro no nos entiende.
Para atenuar el dolor muchas personas toman alcohol y drogas. Con esto solo lograremos bloquear el dolor y disfrazarlo temporalmente. Retardaremos así el proceso normal del duelo.
Es necesario darse cuenta que para atravesar esta etapa tan dura de nuestra vida, deberemos tener nuestras facultades en buen estado, esto nos ayudará a salir cuanto antes y de mejor manera de la dolorosa situación.

Expresar emociones

Las lágrimas son una forma de expresar la angustia y es muy necesario llorar. Muchas veces no podemos evitar el llanto y tenemos que afrontar esos momentos sin intentar evitarlo, pues llorar es un gran desahogo.
Es muy común que nos perdure una especie de agotamiento bastante tiempo después del sepelio. No obstante nos empeñamos a veces en fingir que estamos bien cuando la realidad es bien distinta ¡es una equivocación!
Este comportamiento de hacernos los "fuertes" hará que gastemos la poca energía de la que disponemos durante el tiempo del duelo, por lo que es muy importante que nos comportemos como somos y nos sentimos sin disfrazar nuestros sentimientos.
Físicamente es necesario que nos cuidemos, comer bien y descansar todo lo posible. Será de gran ayuda dar algún paseo tranquilo al aire libre y hacer algo de ejercicio.
Durante el duelo muchas personas sufren en algún momento depresión. Es un estado que desaparecerá poco a poco, pues suele producirse por el gran agotamiento emocional y el cuerpo y la mente necesitan tiempo para recuperarse de este traumático estrés.
Todo parece gris y muerto, como si el mundo mismo pasara por una convalecencia. Si esta fase se alarga en el tiempo, debemos pensar si acudir a un terapeuta, mejor especialista en el duelo, que pueda ayudarnos.

 

Enfrentarse al propio dolor

No hay atajos contra el dolor que sentimos casi constantemente. Durante cierto tiempo quisiéramos encontrar la varita mágica para saber cuándo desaparecerá ese gran dolor insoportable y cuando estará nuestro ser querido otra vez a nuestro lado para llevar la misma vida que teníamos antes juntos. Pero esto ya no es posible, y aceptarlo será el gran logro de nuestro camino por el duelo.
En fechas señaladas como el primer cumpleaños, Navidades o el aniversario del fallecimiento, sentiremos gran dolor y creeremos no poder resistirlo. Intentemos vivir el día a día sin hacer demasiados planes para el futuro afrontando los problemas cuando lleguen, no antes.
El cansancio, la pérdida de memoria y la falta de concentración mejorarán gradualmente y poco a poco la intensidad del dolor se atenuará. Algunos días estaremos mejor que otros, no tengamos prisa, pero tampoco nos quedemos estancados. Es imposible que nadie lleve el dolor por nosotros pues es intransferible, ¡pero no tenemos que hacerlo en soledad!.
Todos sabemos que la vida jamás será la misma tras la muerte de nuestro hijo, la pareja, la madre o hermano... en definitiva de nuestro ser amado.

 

Ayudas para mejorar

Una gran ayuda es el apoyo y comprensión de otras personas que han vivido la misma experiencia y al transmitirla después nosotros también, nos será devuelta con creces. Esto es, la mutua ayuda.
Con esta actitud y elección de vida honraremos a nuestro ser querido. Por su recuerdo y amor nos ofrecen la oportunidad de llevarlos desde nuestro corazón a los demás. Será un modo de llenar nuestra vida, vacía tras su marcha, al compartir con otros que sufren nuestra sabiduría, fuerza y ese Amor que sentimos ¡interminable! por ellos.
Estos serán los nuevos pilares que ayudarán a reconstruir ese futuro, ahora incierto, de nuestra vida, nuestra familia y de aquellos a quienes ayudemos.


Fuente del artículo: http://www.amad.es/index.html
A.M.A.D. Asociación de mutua ayuda ante el duelo

miércoles, 4 de enero de 2012

Cuando se pierde el poder

Se cuenta que un día los filisteos reunieron sus tropas para combatir a Israel, en esa oportunidad lograron congregar a muchos hombres. Cuando el rey Saúl observó aquel enorme campamento, el terror se apoderó de sus entrañas, se dio cuenta que su trono pendía de un hilo, al igual que su vida. Desesperado, intentó comunicarse con Yahvé pero éste no quiso responderle ni a través de sueños, ni por los profetas, ni viéndose la suerte. Entonces mandó a buscar una pitonisa que invocara a los espíritus de los muertos. A pesar de que él mismo había ordenado expulsar del país a todos los hechiceros y adivinos. No obstante, uno de sus siervos le comentó que había una mujer en Endor que poseía esa facultad. Entonces Saúl se colocó un disfraz, para pasar desapercibido, y fue a visitarla.

Vengo para que me contactes con un espíritu habló el monarca con un tono casi imponente.
¿No  sabías tú que nuestro rey Saúl arrojó de esta tierra a todos los que contactaban con los espíritus? ¿Por qué vienes a poner mi vida en peligro al hacerme esta solicitud?
No te preocupes por eso mujer. Te juro por Dios que nada te pasará por hacerme este favor dijo en tono convincente.

Al principio ella se tornó reacia con esta idea pero luego terminó por ceder ante la solicitud del aquel hombre. Así que ella le preguntó que con cual espíritu quería contactar y éste le respondió que con el profeta Samuel.
Cuando la mujer comenzó a entrar en trance, se dio cuenta de que tenía ante sí al mismo Saúl y entonces ella entró en pánico. Él le dijo que no tenía nada que temer y que cumpliría su juramento de que nada le pasaría por realizar esa práctica.

Recuerda mujer que yo soy el rey, así que puedes proseguir con tu labor porque nada te pasará afirmó con voz convincente… Ahora dime por favor, ¿qué has visto en el más allá?

Obedeciendo, ella le respondió:

Observo un espíritu que sube de la tierra…
¿Puedes decirme cual es su aspecto? inquirió con mucha inquietud.
… Puedo ver a un anciano envuelto en mantos aseveró ella.

En ese momento Saúl entendió que se trataba de Samuel. Así que se inclinó en tono de reverencia.

¿Por qué osas turbar mi descanso? retumbó la entidad en tono seco.
Es que estoy desesperado respondió con voz temblorosa. Ya Dios no me contesta cuando acudo a Él, ni a través de los profetas ni de los sueños… Los filisteos nos van a atacar y he podido ver su ejército, es inmenso y poderoso en comparación con el nuestro. Por eso acudo a tu sabiduría, para que me aconsejes sobre lo que debo hacer.
Tú desobedeciste el mandato de Yahvé y por eso Él no quiere que sigas siendo rey, por esa razón nombró a David como tu sucesor y entregará a Israel y a ti a los filisteos.
Pero mi señor…
Sólo quiero que sepas que mañana tus hijos y tú estarán aquí conmigo, y el ejercito de Israel será vencido por la fuerza de los filisteos.

Con esas palabras el espíritu se retiró y Saúl cayó en el suelo victima de los nervios, además estaba débil porque no había comido nada en toda la noche ni durante el día como consecuencia de la angustia que padecía.

Llegó el día de la cruenta batalla y los israelitas fueron vencidos en le monte de Gélboe. Los hijos de Saúl fueron brutalmente asesinados. El rey, por su parte, fue herido por uno de los arqueros enemigos, y al darse cuenta de que estaba vencido y los filisteos le capturarían; él le ordenó a su escudero que desenvainara su espada y lo atravesase con ésta, pero el joven combatiente se aterró con esa orden y fue incapaz de cumplirla. Así que Saúl tomó su propia espada y se lanzó sobre ella. Al ver que su señor había muerto el escudero también sacó su espada y se dejó caer sobre la misma.
           
            Así se cumplió ese día lo que el espíritu de Samuel había profetizado a través de la pitonisa.

 Saúl es un personaje bíblico que aparece mencionado en el primer libro de Samuel.  Llegó a ser proclamado primer rey de Israel a finales del siglo XI a.C., ya que el pueblo había exigido la presencia de un rey poderoso que los librara de los constantes ataques de los invasores.

Él fue un hombre de gran valentía que provenía de la tribu de Benjamin y era hijo de Quis. Después de tomar el trono se distinguió por su valor y combatió con fiereza a los filisteos, amonitas y moabitas. De esta manera logró establecer el orden que tanto anhelaba la población. Hasta que un día desobedeció a Yahvé por no haber cumplido a cabalidad el mandato de acabar por completo al pueblo de Amalec y, por tal motivo, Dios decidió destronarlo para nombrar a David como el nuevo rey que gobernaría en Israel.
 
Por: Ernesto Marrero R.
www.ernestomarrero.com

Una vida dedicada a la muerte


Son pocos los investigadores que han dedicado su vida a la búsqueda de una respuesta convincente al proceso de la muerte, pero una mujer cambió radicalmente este concepto y abrió así una brecha para empezar a desci­frar el misterio...
“Estábamos en espera del ascensor y, al abrirse la puerta, apareció una mujer. No lo podía creer: era casi transparente y flotaba en el aire, a la vez que se sonreía conmigo como si nos conociéramos desde hace mucho tiempo.
Mi compañero, que no podía verla, se asombró al observar la expresión de mi rostro y seguramente pensó que me estaba volviendo loca, porque le indiqué que ella se acercaría a mí cuando él entrara en el ascensor para marcharse. En efecto, así sucedió:
—Doctora, he tenido que volver —me manifestó la misteriosa mujer—. ¿Le importaría si fuéramos a su des­pacho?
—¡Señora…Schwartz! —exclamé impresionada—. ¡¿Es usted?!
La señora Schwartz había fallecido diez meses antes y, desde luego, ya estaba bien enterrada. Sin embargo, se encontraba allí, exactamente a mi lado.
—Doctora Ross, he tenido que regresar por dos ra­zones —dijo claramente—. La primera, para agradecerle a usted y al reverendo Gaines todo lo que hicieron por mí; y la segunda ha sido para decirle que no debe renunciar a su loable trabajo sobre la muerte y la forma de morir. Todavía no… ¿me oye? Su labor acaba de comenzar y no­sotros le daremos la ayuda necesaria.
—Sí... la escucho —fue la única expresión que pudo brotar de mis temblorosos labios.
Después de dejar escritas unas palabras de agradecimiento en un papel, desapareció misteriosamente”.
Esta experiencia fue narrada por la doctora Elisabeth Kübler-Ross*, médica psiquiatra suizo-estadounidense que sentó las bases de los modernos cuidados de enfermos terminales, además de aportar interesantes estudios sobre las Experiencias Cercanas a la Muerte (ECM).
Nació en Zurich, Suiza, en el año 1926 y a los 31 años se graduó en medicina en la universidad de su ciudad natal.
Elisabeth desafió a su padre, Ernest Kübler, al responderle con un «no gracias», cuando éste le propuso que se fuera a trabajar con él en su oficina, ya que necesitaba una asistente eficiente e inteligente, y que además cuidara los intereses familiares. Ella estaba convencida que no había nacido para laborar en una oficina, aunque fuera de su papá.
Hubiera preferido realizar labores de servicio doméstico, antes que declinar ante su vocación hacia la medicina.
Lo más importante para ella era encontrarle sentido a la vida y lo decía muy en serio, tanto, que orientó todas sus energías para demostrar la existencia de la vida después de la muerte.
Cuando todavía era una estudiante de medicina, visitó algunos campos de exterminio nazi tras la guerra y vio algo que le impactó de tal manera, que la marcaría para el resto de su vida. A partir de allí se dedicó, en cuerpo y alma, a crear una nueva cultura sobre la muerte.
Con asombro observó en las paredes de las barracas donde los judíos esperaban su turno para morir, que los más pequeños, que ni siquiera poseían creencias religiosas, habían dejado plasmado sus sentimientos de forma muy diferente a los adultos, con respecto a lo que les esperaba después de esta existencia; no como el final, sino como un proceso de cambio o transformación, mediante la elaboración de dibujos con formas de orugas que se convertían posteriormente en mariposas.
Difícilmente aceptamos la realidad de la muerte como lo hizo la doctora Kübler-Ross, quien dedicó muchos años de su vida al estudio de aquélla. Normalmente preferimos evadir esa realidad, aunque tarde o temprano tengamos que enfrentarla. El caso de Elisabeth fue diferente; a pesar de todos los rechazos, burlas, indiferencias y escepticismos por parte de muchas personas y de la mayoría del gremio médico, no se dio por vencida y prosiguió con su ideal sin importarle las opiniones externas.
Terminó por enfrentar a su propia muerte con la misma valentía que le hizo sentir a los moribundos que ayudó con su trabajo. Para ella la muerte era sólo un paso a otro tipo de vida, y hubiera querido que la despidieran con una fiesta donde todos celebraran de la mejor manera posible, ya que le había tocado partir al mundo de los espíritus, y allí se sentiría libre y apartada de las ataduras de la materia.
Así, en el año 2004, en Arizona y luego de haber sufrido varios infartos, a los 78 años falleció o realizó su anhelada transición (como llamaba ella a la muerte), rodeada de sus seres queridos; pero lo más excepcional fue su entierro donde un rabino pronunció el responso, una india americana la purificó con humo para su viaje y un monje tibetano recitó textos del Bardo Thödol o libro tibetano de los muertos. Además, había un llamativo letrero con un mensaje especial: Bienvenida Elisabeth Kübler-Ross.
Extraído del libro: Cuando tenga tiempo, empiezo
De: Ernesto Marrero R.
www.ernestomarrero.com